Rafael Ortega Basagoiti

Del desmadre psicodélico a la locura comercial

Madrid. Teatro Real. 26-III-2019. La Calisto. Música de Francesco Cavalli (1602-1676) con libreo de Giovanni Faustini basado en el Libro II de las Metamorfosis de Ovidio. Producción de la Ópera Estatal de Baviera, Munich. Dominique Visse (La Natureza, Satirino, La Furia), Karina Gauvin (La Eternidad, Juno), Monica Bacelli (El Destino, Diana, La Furia), Luca Tittoto (Júpiter), Nikolay Borchev (Mercurio), Anna Devin (Calisto), Tim Mead (Endimión), Guy de Mey (Linfea), Ed Lyon (Pan), Andrea Mastroni (Silvano). Monteverdi Continuo Ensemble. Orquesta Barroca de Sevilla. Director: Christopher Moulds. Director de escena: David Alden.

Bienvenida sea la presentación de esta ópera de Cavalli, resucitada de aquella manera por el encomiable, aunque no siempre atinado, Raymond Leppard en los 70, y más tarde llevada al disco con más acierto por René Jacobs, y que ahora nos llega en una concienzuda edición de Álvaro Torrente para Bärenreiter. Aunque muchos hablan de él como compositor a caballo entre Monteverdi y Handel, al firmante le parece que el lenguaje de Cavalli está notablemente más próximo al primero que al segundo. En su música hay mucha belleza, aunque en los actos II y III por momentos puede parecer excesiva la abundancia de recitativo. Con todo, estamos ante una ópera genuinamente veneciana, con un texto muy atrevido, en la que la acción se desarrolla con fluidez, un desmadre de lujuria para el que Cavalli escribe una música en la que drama, desenfado, fantasía y comicidad van de la mano para ofrecer un despiporre que a la postre resulta muy divertido. La propuesta musical del Real ha navegado esta vez con bastante acierto. En el foso, la Orquesta Barroca de Sevilla (2 violines, 2 violas, violonchelo y contrabajo, más percusión, 2 flautas de pico y 2 cornettos, con el añadido de dos trompetas naturales, servidas con excelencia por sendos músicos de la Orquesta Titular del Real) y el Monteverdi Continuo Ensemble (4 clavecines, órgano, 3 chitarrones, lirone y viola da gamba, arpa barroca, violonchelo y contrabajo) consiguieron bonita y generalmente empastada sonoridad, dirigidos con buen oficio (en la función que yo presencié) por Christopher Moulds. Vocalmente brillaron sobre todo el sobresaliente Endimión de Tim Mead y la muy notable Diana de Monica Bacelli. Lo hizo también Anna Devin en el papel protagonista (segundo reparto), bien dibujada en lo teatral, con una muy buena línea de canto y expresión. Karina Gauvin convenció más en lo teatral que en lo vocal (demasiado vibrato) en su retrato de Juno. La pareja Júpiter – Mercurio (Tittoto y Borchev) resultó por completo convincente en lo teatral, con voces que poseen más cuerpo y volumen que especial belleza o, al menos ayer, sutileza. Un poco justo pero atinado el Linfea del veterano Guy de Mey, bastante convincente el Pan de Ed Lyon, solo apurado en la zona más aguda, y bien dibujado el Silvano de Andrea Mastroni. El veteranísimo Visse hace tiempo que vocalmente ya no está para tafetanes, pero es un actorazo y su histriónico dibujo de sus varios personajes estuvo lleno de oportuna comicidad. En general pues, un nivel entre plausible y notable, con algún notable brillo puntual (Mead). ¿Y qué hay de la producción? Alden, de indudable talento teatral, resuelve el nada fácil trance creo que de forma plausible. La trama de dioses y ninfas, engaños, cuernos, relaciones lésbicas y general concupiscencia desatada no es fácil de seguir y mucho menos de escenificar. Que Alden se haya decidido por interpretar este despiporre de manera tan psicodélica que parece emborrachada en una sobredosis de LSD (las curvas del decorado de lo que parece una sala de fiestas o, tal vez, una sala de encuentros sexuales, parecen sugerir esa embriaguez) puede llamar la atención, pero resulta, creo, más plausible como idea que alguna otra propuesta de las que hemos presenciado no hace mucho. Incluso puede decirse que resultó explícita en grado justo (me da miedo pensar lo que un Bieito hubiera podido hacer con esto…), pese a que algún detalle (ese parto de la protagonista… ¿era necesario?). Al fin y al cabo, en esta ocasión, más que de una “actualización” porque sí, podría hablarse de una especie de fantasía llevada a una dimensión intemporal, eso sí, atrevidísima, pero también con detalles cómicos que el público recibió con agrado, salvando tal vez los personajes más “serios”, especialmente el Endimión de Mead, que parecía, en este sentido, un poco descolocado en medio del desmadre general. El público lo entendió así, y la acogida fue bastante más cálida que las recientemente presenciadas en los casos de los horrores producidos con Wagner y Mozart. La próxima semana toca el barroco de Henry Purcell. La bellísima Dido y Eneas. Les mantendré informados.

Como de costumbre, algunas críticas aparecidas en los medios de comunicación:

El País: https://elpais.com/cultura/2019/03/17/actualidad/1552834493_652525.html

ABC: https://www.abc.es/cultura/musica/abci-calisto-casa-fieras-201903181418_noticia.html

Beckmesser.com: https://www.beckmesser.com/critica-la-calisto-sicodelia-recado/ (la de La Razón es básicamente esta misma).

Codalario: https://www.codalario.com/critica/criticas/critica-la-calisto–de-francesco-cavalli–en-el-teatro-real-de-madrid_7936_5_24479_0_1_in.html

(Esta última recién salida del horno… la más dura de todas)

En otro orden de cosas, ayer me enteré de que ese horror de pianista llamado Lang Lang, cuya maquinaria de marketing supongo que se debe estudiar como modelo en las escuelas del ramo, se ha embolsado 200.000€ por un único concierto en Valencia (https://www.beckmesser.com/lang-lang-200000-euros-valecia/). El chino, con apenas 36 años, ha escrito sus memorias (sí, han leído bien), y figura como “pianista, educador y filántropo” en su curriculum. Desde que salió a la palestra hace años, cuando comenté su DVD de debut en el Carnegie Hall (comentario que me costó algún disgusto, corramos un tupido velo), dije alto y claro que este caballero daba notas sin ton ni son, y que no tenía ni la más remota idea de cómo aproximarse con un mínimo de rigor a las partituras. Pero lo que sí es, es listo. Se dio cuenta de que en estos tiempos de falta de espíritu crítico de gran parte del público, y de babeo general ante una buena mercadotecnia, lo que importa es la fachada. Y ya entonces, en el documental que acompañaba al DVD, confesaba ser un esclavo del espejo para estudiar la gesticulación y la “puesta en escena”, desde el vestuario al lenguaje corporal. Años después, aquel pianista que, al menos entonces, las daba todas, ya no las da todas (entre otras cosas porque ha tenido una tendinitis seria de la que no estoy seguro que se haya recuperado por completo; en todo caso, tampoco le preocupa eso del rigor, vaya), por supuesto sigue sin tener ni idea de lo que musicalmente hace (porque ni le importa ni le importará), pero los ignorantes medios de comunicación generalistas (sí, esos que contratan a los más ignorantes “Prietos” de este mundo para que escriban disparates sobre la materia) se lanzan a publicitar a ciegas al sujeto como “el mejor pianista del mundo” y se quedan tan anchos. Como la ignorancia es atrevida y la gente acude en masa al reclamo de este “astro” del teclado (¿), pues sube el pan, digo, el caché. Y de esta guisa tenemos al pavo cobrando 200.000€ por un concierto. Cifra que, si no falla mi información, viene a ser unas cinco veces lo que cobra Barenboim, que debe ser hoy día uno de los que más cobra en el mundo, y más de 9 veces lo que cobra Sokolov. Un despropósito es que cobre el oriental esa cantidad, pero mucho más es que haya alguien que se los pague. Sobre lo que se podría hacer con 200.000€ en materia de música… madre mía. Que le pregunten al CNDM lo que era capaz de hacer con esa cantidad… En fin, esto lo que demuestra es que tenemos un largo camino por recorrer para que la gente desarrolle ese espíritu crítico y se entere de una vez de que los pianistas, los verdaderos pianistas vivos, se llaman Sokolov, Kissin, Perahia, Pires (no sé por cuánto tiempo en activo), Barenboim (aunque creo que este ya en su último tramo) y compañía, incluyendo algunos ilustres compatriotas nuestros. Pero entre los jóvenes, la generalidad de la gente no conoce, por ejemplo, a Trifonov (llamado a convertirse en un grande del teclado), que no parece ameritar los honores de titulares en la tele, y en cambio babea con este espanto de pianista, afectado y mercantilizado hasta la náusea. Y luego está James Rhodes, otro horror de pianista nacido de asuntos extramusicales, por muy dolorosos que sean. Lo dicho, del desmadrelisérgico a la locura comercial. Debe haber por ahí cierto exceso de consumo de medicación caducada, se lo digo yo.

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2 thoughts on “Del desmadre psicodélico a la locura comercial

  1. Pues he leido comentarios de gente que fue a ver el concierto de Lang Lang en Valencia y se sintió defraudada, por lo visto, oído y el escaso tiempo que estuvo.

    1. No me extraña en absoluto. Este chico nunca fue artista de rigor, pero al principio al menos las daba en su sitio. Ya lleva tiempo que eso tampoco. Vive del marketing, y por lo que se ve muy bien

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