Rafael Ortega Basagoiti

Ladrillo gris para un Don Carlo multiusos

Madrid. Teatro Real. 24-IX-2019. Verdi: Don Carlo, ópera en 5 actos (versión de Módena, 1886, estreno en el Teatro Real). Dmitry Belosselskkiy (Filippo II), Marcelo Puente (Don Carlo), Luca Salsi (Rodrigo, marqués de Posa), Mika Kares (El gran Inquisidor), Fernando Radó (un fraile), Maria Agresta (Elisabetta de Valois), Ekaterina Semenchuk (La princesa de Éboli), Natalia Labourdette (Tebaldo), Moisés Martín (El conde de Lerma/un heraldo real), Mateusz Hoedt, Cristian Díaz, David Sánchez, Francis Tójar, David Lagares, Luis López Navarro (Seis diputados flamencos). Coro y Orquesta titular del Teatro Real. Director musical: Nicola Luisotti. Director de Escena: David McVicar. Como se ha señalado estos días por la crítica y también en el propio programa de mano de las representaciones que están teniendo lugar en el Real, la gestación de Don Carlos fue más que esforzada. La versión original parisina de 1867 ni siquiera se llegó a estrenar porque a lo largo de los ensayos el propio Verdi introdujo serias modificaciones. Aunque el París de la Grand opera, con su ambición de colosales escenografías, vestuarios y despliegue orquestal, tenía indudable atractivo para muchos compositores, las exigencias de quienes gobernaban el teatro parisino, entre ellas la de incluir un ballet, viniera o no a cuento, terminaron a menudo como el rosario de la aurora. Le ocurrió a Wagner con su Tannhäuser y también a Verdi, entre otras obras, con este Don Carlo, para el que hemos terminado teniendo versiones en francés, en italiano, con cuatro actos (eliminando el de Fontainebleau) o con cinco (incluyéndolo, aunque ello lleve la duración de la representación a dimensiones wagnerianas: más allá de las tres horas y media sin contar la pausa). Creo que es perfectamente plausible, además de dramáticamente coherente (como señala Matabosch, ese acto inicial contribuye a explicar lo que ocurre después, especialmente en el terreno de las relaciones entre Carlos e Isabel de Valois) que se ofrezca en el Real esta versión de Módena, que incluye ese acto de Fontainebleau, pero elimina el ballet (que no pinta nada). Ello además ofrece un ingrediente diferencial respecto a las últimas representaciones de la obra en el coliseo madrileño, para las que se utilizó la versión italiana en cuatro actos. Verdi no terminó de quedar contento con el resultado (quizá por ello tanta revisión), pero lo cierto es que la obra está plagada de música bellísima y de momentos dramáticos de gran impacto. El famoso dúo de Rodrigo y Carlos en el acto II, el enfrentamiento de Felipe II con Rodrigo, el conflicto entre el Rey y el Gran Inquisidor en el acto IV, el largo monólogo de Isabel en el acto V, o el auto de fe del acto III son sólo algunos de ellos. Schiller, en cuyo drama se basa el libreto, prestó en su original poca atención a la fidelidad histórica, que tampoco pareció preocupar mucho a Verdi, centrado en cambio en la enjundia dramática de las relaciones amorosas imbricadas en un contexto de trama política con tintes tenebrosos, desde el siniestro dominio de la inquisición hasta el clamor (de tono un poco panfletario, la verdad) por la libertad de Flandes. Pero si no nos ponemos quisquillosos en ese sentido, la obra tiene mucho que disfrutar, si está adecuadamente servida. Para ello se requieren algunas voces importantes, especialmente las de Carlos, Rodrigo, Felipe II, Isabel y la princesa de Éboli, pero también se requiere un Inquisidor que imponga, porque de lo contrario el rol amenazante que representa queda descafeinado, y el enfrentamiento con el Rey pierde buena parte de su tensión. Se requiere también, claro está, una producción escénica que responda a la grandeza del drama tal como fue concebido. Y naturalmente se precisa una dirección musical que mantenga el hilo dramático, la tensión y el nervio durante las casi cuatro horas de representación. Me temo, desgraciadamente, que nos quedamos una vez más a medio camino en buena parte de todos estos aspectos. En el aspecto vocal, la cancelación de Francesco Meli ha lastrado seriamente este primer reparto. Menos que discreto su sustituto, Marcelo Puente, de tremolante vibrato y emisión engolada, forzada y estrecha en el agudo. Su interpretación del infante nunca llegó a despegar, aunque su final fue algo más convincente que su inicio. Bastante mejor Maria Agresta, de voz atractiva, quizá algo corta en el grave, pero ofreciendo algunos momentos vocales de gran altura, especialmente en su largo, muy expresivo y sentido monólogo del acto final. Excelente la princesa de Éboli de Semenchuk, bien dibujada su coloratura en su alegre intervención del acto II, y dramáticamente convincente en su confesión del acto IV. Notable el marqués de Posa de Luca Salsi, con impulso dramático, vocalmente muy sólido más que especialmente sutil o deslumbrante. Notable igualmente el Felipe II de Belosselskiy, de presencia suficientemente imponente en el auto de fe o el final de la obra, pero también convincente en su retrato de la duda (comienzo de su interacción con el Inquisidor), la tensa calma de su diálogo con Posa o la cólera en el final de la obra. Decepcionante el Inquisidor de Kares, de importante presencia física, pero muy corto de voz, incapaz de transmitir la aterradora amenaza que se dibuja en su texto y música. Correcto el resto del reparto vocal. Excelente prestación orquestal (metales redondos y magníficas prestaciones solistas, desde el chelo al corno inglés) y coral bajo la batuta adecuadamente concertadora de Luisotti, cuya dirección quedó sin embargo lejos de la sutileza. Con más de un tempo bastante moroso (así en el final del acto III), sólo ocasionalmente consiguió la temperatura dramática adecuada. Queda por hablar de la producción, el pan (o la penitencia, según se mire) nuestro de cada día. Volvía McVicar tras un excelente trabajo en la Gloriana de Britten, y su planteamiento, la verdad, deja en esta ocasión un regusto bastante frío. Intentando ver la botella medio llena, hay aciertos indudables. Para empezar, el vestuario de Brigitte Reiffenstuel, con notable y acertado predominio del negro (feliz coincidencia la exposición Miradas afines estos días en el Prado, además de la presentada por el Lázaro Galdiano sobre la moda española en el Siglo de oro) y oportuna abundancia de cuellos de lechuguilla. Teniendo en cuenta la epidemia de gabanes protonazis y otras extravagancias a que nos han intentado acostumbrar recientemente, es un placer informar que Felipe II, cortesanos y soldados vestían como deben y no de lagarteranas. Otros aspectos, me temo, resultan menos convincentes. En esta época de ahorro, se opta por un mismo decorado para toda la obra, a base de ladrillo, con apenas un panel al fondo que se levanta o se baja según procede, y con elementos que protruyen o se sitúan a nivel del suelo, también según la escena, y que sirven como mesa, plataforma o tumba. El ladrillo sirve para el bosque de Fontainebleau, para el monasterio de Yuste, para la cámara del Rey, para el auto de fe y para la cárcel. Naturalmente el multiusos, más que sobrio, termina resultando un tanto frío y visualmente monótono. En la escena de Yuste se añade una especie de botafumeiro y en la del auto de fé, una cruz al fondo, que arde al final del mismo en uno de los efectos visuales más convincentes de la producción. En este mismo auto de fe, en cambio, no hay presencia del pueblo (tampoco se sabe por qué), cuando tales actos estaban justamente destinados a él, por aquello del mensaje para navegantes. Bien está la presencia de la corte, pero la ausencia del pueblo no se explica bien (salvo por ahorro en figurantes). Los escenógrafos que vienen al Real, por cierto, harían bien en recordar que el público situado en paraíso es como Teruel: existe, y debe ser tenido en cuenta. No lo ha sido en esta (ni en otras ocasiones) de forma que efectos como los mencionados, situados más bien al fondo de la escena, no son visibles desde esas localidades más que viendo las pantallas de televisión… aunque evidentemente los espectadores no han pagado por ver la televisión. Otras licencias, como que a Carlos lo mate la guardia de Felipe II en lugar de ser arrastrado por el espectro de su abuelo, como marca el libreto, parecen innecesarias, pero tampoco chirrían en exceso (sobre todo si uno las compara con despropósitos que hemos visto en otras ocasiones). En cambio, sí me parece absurdo (y tampoco entiendo la razón) que a la princesa de Éboli se le elimine el conocido parche en el ojo con el que aparece en todos los retratos y por el que es bien conocida. Si es asunto de la maldita corrección política, ya le vale al responsable de la tontería. En resumen, la temporada del Real ha empezado con un Don Carlos que contiene música bellísima, pero que fue cantada sin especial brillo y servida con una producción multiusos que, sin grandes disparates, termina resultando bastante monótona. La cosa no pareció entusiasmar al personal, al menos anoche. Mientras tanto, sigue la tormenta lírica: Domingo llegó a ensayar Macbeth en el Met pero ante la rebelión de coro y orquesta por su presencia ha optado por decir adiós definitivamente al teatro neoyorquino. La batalla anti-Domingo parece estar teniendo el éxito suficiente en los EEUU como para casi asegurar que la presencia norteamericana de Domingo está prácticamente finiquitada. Y mientras tanto, siguen los incidentes: la actuación del italiano Vittorio Grigolo en el Covent Garden ha sido suspendida tras haberse propasado, presuntamente, con una de las mujeres del Coro durante una representación de Fausto en Tokyo. Cómo está el patio, madre.

Otras críticas de Don Carlo:

Beckmesser – Primer reparto: https://www.beckmesser.com/critica-don-carlo-peligro-de-ladrillazo/

Beckmesser – Segundo reparto: https://www.beckmesser.com/critica-don-carlo-primer-segundo-reparto/

ABC: https://www.abc.es/cultura/musica/abci-conflictos-carlo-201909191822_noticia.html

El País: https://elpais.com/cultura/2019/09/19/actualidad/1568850108_102648.html

El Confidencial: https://www.elconfidencial.com/cultura/2019-09-17/don-carlo-verdi-teatro-real_2235311/

La Razón: https://www.larazon.es/cultura/musica/don-carlo-radiografia-verdiana-del-poder-IH24986169

Codalario: https://www.codalario.com/critica/criticas/critica-don-carlo–de-giuseppe-verdi–inaugura-la-temporada-del-teatro-real_8416_5_26017_0_1_in.html

 

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