Madrid. Teatro Real. 6-XII-2019. Il Pirata, melodrama en dos actos con música de Vincenzo Bellini y libreto de Felice Romani sobre la obra Bertram, ou Le Pirate (1822) de Justin Sévérin Taylor, traducida al francés por Charles Maturin. Estreno en el Teatro Real. George Petean, barítono (Ernesto). Sonya Yoncheva, soprano (Imogene). Javier Camarena, tenor (Gualtiero). Marin Yonchev, tenor (Itulbo), Felipe Bou, bajo (Goffredo), María Miró, soprano (Adele). Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real. Dirección musical: Maurzio Benini. Dirección de escena: Emilio Sagi.
El 26 de marzo de 1827 fallecía en Viena Ludwig van Beethoven, probablemente el compositor que desató el terremoto musical más extremo que la historia ha conocido en los últimos doscientos años. Apenas unos meses después, en octubre, se estrenaba en Milán Il Pirata, ópera aún temprana (tercera de su catálogo y predecesora por varios años de las mucho más conocidas Norma, La Sonámbula, Capuletos y Montescos y Los Puritanos) de su joven autor (apenas 25 años cuando la escribió, aunque la vida -otro caso más- tampoco le daría mucho más tiempo, dado que moriría apenas nueve años después). En Il Pirata apreciamos, como bien señala Joan Matabosch en el artículo del programa de mano, una ópera que bascula entre dos épocas, la clásica y la del drama romántico. El nuevo lenguaje de Bellini va abandonando (aunque poco a poco, porque aquí aún hay buenas dosis de ella, especialmente en lo que al papel de Imogene se refiere) la agilidad extrema tan cara a Rossini, en beneficio de un lenguaje más declamatorio. Pero el resultado, de indudable impacto dramático, ya palpable desde la preciosa introducción orquestal (en la que brilló el espléndido solo de corno inglés admirablemente realizado por Álvaro Vega), es también de una dificultad realmente espeluznante. Los dos protagonistas se desenvuelven en una tesitura anchísima, con frases que requieren un control absoluto en todas sus regiones, y con un dominio del legato sin el cual esa declamación pierde toda su sustancia. La soprano, además, está muy exigida en la coloratura, pero su partitura pide también un cuerpo y volumen considerables, con lo que la combinación demandada por el compositor, como diría un castizo, se las trae. Cuando uno escucha la obra en vivo hay varias cosas que casi se explican solas. En primer lugar, por qué la obra se ha representado y grabado tan poco. La respuesta parece clara: porque son muy pocos los que tienen las capacidades de enfrentarse a esta partitura temible con las debidas garantías. En segundo lugar, también se explica por qué, pese a ser el protagonista real un tenor, la obra ha tenido dos abogadas fundamentales en nuestros tiempos: María Callas y Montserrat Caballé, fallecida el pasado año y a cuya memoria, por cierto, están dedicadas todas las funciones de la obra de Bellini. El papel de Imogene es de un impacto brutal en el espectador, el lo vocal y en lo dramático. La escena final, de enorme exigencia para la cantante en todos los aspectos, pone todo el peso en Imogene, en una página desgarrada y delirante, de una intensidad extraordinaria. La obra se interpretó relativamente pronto en Madrid (1830 en el Teatro de la Cruz, según nos cuenta Matabosch) pero curiosamente no al Real, que la estrena ahora, en pleno siglo XXI. Finalmente, como en música las cosas raramente ocurren por casualidad, uno se explica bien por qué el joven autor de Il Pirata, obra a la que si hay algo que puede achacársele es cierta caída de ritmo más o menos en la mitad de su curso evolutivo, terminó redondeando faenas estupendas en Norma o La Sonámbula, porque lo que en Il PIrata se mueve en la frontera, en aquellas se adentra con singular maestría en el precitado drama romántico. Cabe lamentar la inclusión de ciertos cortes en algunos da capo de ciertos números, pero hay que convenir en que quizá haya sido lo mejor en términos de la “supervivencia” de los propios cantantes. Musicalmente hablando, la representación del día 6 que presencié, fue, con pocas dudas, de lo mejor que hemos visto en el Real en varios años (y no sé si temerme que sea el caso en varios más…). Lo fue, por encima de todo, porque el dúo protagonista es de los pocos que pueden afrontar esta temible partitura (Matabosch relata que en el estreno madrileño mencionado se hablaba de “dificultad casi espantosa”, y yo estoy por decirles que lo del “casi” más bien sobra) con garantías en nuestros tiempos. Musical, siempre bien matizado, con buen volumen, entregado, perfecto en la respiración y segurísimo en los agudos (parece que no fue el caso algún otro de los días, pero desde luego sí lo fue el día que yo asistí), Camarena ofreció un estupendo retrato del pirata-héroe-amante que vive lamentando, desesperado, el abandono de Imogene en brazos de su rival Ernesto, causante además de su derrota y exilio previo. Su interpretación estuvo coronada por el éxito grandísimo toda la noche y conoció la justa apoteosis en la penúltima escena. Yoncheva no es Callas ni Caballé, desde luego, pero es un torrente de voz, también admirablemente manejada y matizada, de una intensidad dramática extraordinaria. La delirante, desgarrada escena final (también, albricias, combinada con una propuesta escénica tan ominosa como espeluznante) fue, sencillamente soberbia. No es ello óbice para reconocer que la búlgara despachó con más corrección que brillantez y claridad la endiablada coloratura a la que, como si no tuviera bastante con las demás exigencias, le somete Bellini. Correcto, con mejor volumen que atractivo color, el Ernesto de Petean, y cumplidores el resto, con mención destacada a la muy notable contribución de María Miró. Excelente toda la tarde la prestación orquestal, en la que merece nueva mención el corno inglés de Álvaro Vega, extraordinario también en la bellísima partitura de la escena final. Benini (ya nos lo ha demostrado alguna vez) no es batuta especialmente inspirada, pero al menos estuvo menos tosco que en Il Trovatore y concertó, en general, salvando algún que otro desajuste con el coro, con más acierto. Respecto a la propuesta escénica de Sagi, hay que decir que, teniendo en cuenta los parámetros en los que nos movemos hoy en día, es también de lo mejor que hemos visto por estos lares (claro está que venimos de la demencial “playa” de L’Elisir, así que el listón no está muy alto). Austeridad de decorados, pero hábil juego de luces y espejos (muy eficaz el del techo que se inclina en varios momentos de la obra y presenta una perspectiva interesante) y movimientos escénicos generalmente plausibles. Muy conseguida y efectiva la imagen de las escenas finales de la obra, con el “´féretro-mausoleo” de Ernesto y el enorme y oscuro velo que termina dominándolo todo: una idea de gran impacto, muy bien realizada. En el lado más discutible encontramos alguna indumentaria. Que el coro aparezca en algún momento del primer acto como si fueran funcionarios de las pompas fúnebres parece poco oportuno, sobre todo si el canto tiene ciertos tintes de celebración. Y el uniforme de Ernesto carga tanto las tintas en las condecoraciones que uno no sabe si parece un coronel salido de un cuento de Tintín o el Brigadier protagonista de Angelina o el honor de un Brigadier. Pero en realidad son pegas menores, muy menores, a una representación de envidiable nivel. El estreno de Il Pirata en el Real ha tardado, pero el resultado ha sido excelente. Una prueba espinosa superada con creces. El que suscribe, desde luego, se daba con un canto en los dientes si todo lo que nos llega del Real fuera así.
Como de costumbre, les dejo algunos enlaces a críticas aparecidas en otros medios:
El País: https://elpais.com/cultura/2019/12/01/actualidad/1575188562_572615.html
El Mundo: https://www.elmundo.es/cultura/musica/2019/12/02/5de408bb21efa0a85c8b46a3.html
ABC:
https://www.abc.es/cultura/musica/abci-victorioso-rescate-pirata-201912011708_noticia.html
La Razón:
https://www.larazon.es/cultura/20191202/sfwbyopqqbd5peq27eiwvuknzi.html
Codalario:
Scherzo:
https://scherzo.es/madrid-el-pirata-nunca-es-tarde-si-la-dicha-es-buena/
Pues totalmente de acuerdo. Muy disfrutable. De lo mejor que hemos visto y sobre todo oído en mucho tiempo
Hola.
Cuanto me alegro.. es una ópera bellísima pero también dificilísima para los cantantes. Me alegro también de que la puesta en escena sea adecuada porque en fin, ya hemos hablado tantas veces de los continuos despropósitos escénicos. Enhorabuena por tu comentario y gracias mil.
Gracias Ana, por tu apoyo y tus palabras. la verdad es que hacía mucho tiempo que una propuesta del Real no tenía este nivel de calidad. Ojalá no sea la excepción, aunque es lo que me temo.