Rafael Ortega Basagoiti

Reflexiones tras el concierto de año nuevo 2022: cuando el tiempo es importante

Tal como anticipé hace unos días, el concierto de año nuevo en Viena (a los de fin de año que también comenté desde estas líneas, pocos les hacen caso) ha dado lugar a toda suerte de despropósitos. Renuncio a entrar en el debate de si el concierto merece o no la pena. A mí me parece un acontecimiento muy atractivo, y en bastantes ocasiones, de alta calidad, porque, como he señalado en repetidas ocasiones, una orquesta excelsa interpretando un repertorio encantador que dominan como nadie, en un marco excepcional, son ingredientes básicos con los que raramente puede salir mal el cocido musical.

Naturalmente, hay que ser respetuoso con quienes consideran, porque así se lo indica su gusto o porque mola lucir opinión diferente (que de todo hay), que el concierto es una basura, que es todo marketing, que es una cursilada o una horterada de primera. Y hay que evitar, por estéril, el debate con quienes opinan, como leí ayer, que “tener a intérpretes del nivelazo de Barenboim y la Filarmónica de Viena para tocar valses de los Strauss es un poco como comprarte un Ferrari para darle vueltas a la rotonda”. Si un interlocutor no entiende que la belleza y la perfección en la construcción no tienen por qué ir unidas a la trascendencia, la dimensión o la densidad, es harto improbable que la conversación termine con una conexión satisfactoria.

La cosa se vuelve menos digerible cuando se trata de imponer dichas opiniones a quienes disfrutan (disfrutamos) cada año de un acontecimiento musical que se nos sirve a domicilio, en las mejores condiciones de imagen y sonido, en lo que constituye un comienzo del año luminoso y esperanzador. Que cada cual lo disfrute como le parezca, y si algunos encuentran placer en el sufrimiento de contemplar aquello que desprecian, solo para complacerse en el orgasmo de vomitar su negativo desahogo, pues ellos mismos. Eso sí, a ser posible, que nos dejen en paz a los demás.

No distraeré al lector de este epílogo con el detalle de cómo aprecié el concierto de año nuevo, que pueden leer en mi reseña, publicada en Scherzo esa misma tarde (https://scherzo.es/viena-concierto-de-ano-nuevo-que-sirva-de-inspiracion/).

Pero entre las decenas de cosas que se escriben sobre el asunto, hay algunas que no van sobre gustos (algo que es opinable), sino que entran en asuntos de moda (léase lo políticamente correcto en vigor) y, demasiado a menudo, con una ignorancia olímpica sobre los datos que hay detrás del concierto vienés. Y ahí, qué le vamos a hacer, me sale la vena científica: la de los datos. Puedo entender los diferentes gustos, pero me cuesta digerir los juicios sobre aquellas cosas sobre las que hay datos… a base de ignorarlos. Así que espero que este epílogo, sin acritud, sirva como información para aquellos que olímpicamente deciden pasar por encima de los datos (ayer llegué a leer una sentencia de alguien que confesó estar viendo el concierto desde hace apenas cuatro años, y ya sancionaba a la orquesta sin tener ni puñetera idea de la historia y antecedentes del asunto). Repasaremos algunos aspectos “debatidos” (el entrecomillado es intencionado; la sensación que tienes es que no hay debate alguno, o estás en lo políticamente correcto o te aniquilan, da igual los datos que haya) ayer.

¿Es inasequible para el humano de a pie el concierto de Año Nuevo en Viena?

Mi crónica (enlace insertado antes) de ayer para Scherzo se titulaba “Que sirva de inspiración” porque esas fueron palabras de Barenboim en su felicitación navideña, y me parecieron palabras oportunas y afortunadas. Pocos minutos más tarde, tras un twit de la revista en la que se colgaba mi reseña, un sujeto escribió: “De inspiración sirve… a la oligarquía política y económica austriaca y a los ricos foráneos que pagan 1200 euros por aparentar y ver lo de siempre”.

Dejando aparte la vena comunista del ciudadano, me interesa lo de los “ricos foráneos” para aclarar alguna cuestión a tan desinformado y parece que amargado personaje. Mire, prenda, como señalé en un artículo previo y puede usted comprobar en la web de la Filarmónica de Viena, el concierto de año nuevo consta de tres eventos. El llamado “pre-view performance”, una suerte de ensayo general que se celebra el 30 de diciembre a las 11:00, para el que las entradas cuestan entre 20 y 495 euros, el concierto de la víspera de año nuevo (día 31 a las 19:30) para el que las entradas oscilan entre 25 y 860 euros, y el de año nuevo (día 1 de enero a las 11:15) para el que las localidades cuestan entre 35 y 1200 euros. Por si no lo sabe, quien quiera asistir tiene que solicitar entrar en un sorteo para poder comprar las localidades (solicitudes desde el 1 de febrero) y, “si le toca” poder comprarlas, elegir el evento y el tipo de localidad que desea. Puedo afirmar, porque tuve la experiencia, que es posible adquirir una localidad, y buena, por menos de lo que se paga en el Teatro Real por una función de estreno en butaca de patio. Naturalmente, puede elegirse jugar con las cartas marcadas (es decir, contratar un viaje con una agencia especializada que garantiza la entrada) y eso, obviamente, sale más caro. En todo caso, que quede claro que la cosa no consiste solo en localidades de 1200 euros (las más caras para el día más caro), así que sería de agradecer que se aparque la demagogia. Los datos son los que son, y si se puede asistir al concierto por 35 euros (y se puede), no diría yo que eso es propio de “ricos foráneos”. Lo de aparentar y ver lo de siempre forma parte del debate estéril en que ya antes renuncié a entrar. Para qué.

La Filarmónica de Viena y las mujeres entre sus instrumentistas

Otra materia de debate es el machismo de la Filarmónica de Viena y su aversión a las mujeres. Seamos claros. La Filarmónica de Viena ha sido, clásicamente, una orquesta machista. Incluso más machista que otras (hace décadas, no nos engañemos, muchas lo eran). Negar eso es igual que negar que el sol sale por el este. Pero las cosas cambian. Sí, incluso en la Filarmónica de Viena. Y negarlo también es un ejercicio de ofuscación. Conviene, antes de “sentenciar” en 2021 a la orquesta, repasar la historia, los datos y su régimen de funcionamiento.

Para empezar, hay que saber que los estatutos de la Filarmónica de Viena establecen que un candidato a formar parte de ella tiene que pasar una audición previa para formar parte de la Orquesta de la Ópera Estatal de Viena, y demostrar, durante tres años, que está capacitado para solicitar su incorporación como miembro de la asociación de la Filarmónica de Viena. Este dato nos trae un ingrediente fundamental para entender lo que está pasando en la orquesta y por qué las pretendidas prisas de algunos no se están cumpliendo: el tiempo.

Otros dos datos, igualmente relevantes, son que la Filarmónica NO contrata músicos mayores de 35 años y tiene una edad de jubilación obligatoria de 65. Se requieren 30 años de servicio para recibir una pensión completa de jubilación. Este otro dato añade información en la misma dirección: tiempo. A menos que se despida (locura que supongo que el buen sentido descarta, aunque igual los apasionados defensores de la demagogia política favorecen tan radical remedio) a buena parte de la plantilla que ha conseguido estar en la orquesta tras denodados esfuerzos, el relevo en la formación llevará su tiempo, porque las vacantes se crearán al ritmo que marquen las jubilaciones, las (Dios no lo quiera) defunciones o las bajas definitivas (voluntarias o por enfermedad). En otras palabras, por muchas mujeres, músicos orientales, afroamericanos o de cualquier otro origen que se quieran introducir, el ritmo tendrá que ser el que marquen las circunstancias citadas.

No tengo el dato, que sería importante, de ver cuál es la proporción de mujeres incorporadas en comparación con la de músicos que se han presentado a audiciones. Pero si hay (la web de la Filarmónica tiene mucha información) algunos datos que sugieren que se está produciendo progreso a una velocidad, cuanto menos, razonable, teniendo en cuenta el punto de partida.

La orquesta, en una posición que hoy seguramente les pesa demasiado, no aceptó mujeres hasta 1997. Es indudable que semejante inmovilismo es un lastre que aún están pagando. Pero tras empujes varios (incluyendo la amenaza de cortar subvenciones por parte de algún canciller austriaco), se empezó a incorporar mujeres. En 2013 había 6, en 2019 había 15 y ayer la plantilla de la Filarmónica incluía 20. La proporción es, ciertamente, minoritaria (14% de 138 músicos), pero el ritmo de incorporación, teniendo en cuenta esas cifras y las normas apuntadas antes, parece razonable. Más aún, la “Academia de la Filarmónica de Viena”, herramienta formativa por la cual músicos entre 18 y 28 años se incorporan en régimen de prácticas a la orquesta durante dos años tenía dos mujeres (de 13 músicos) en el periodo 2019-21 y cuatro (también de 13) en el periodo 2021-23.

¿Ideal? Obviamente no, pero recuperando tiempo perdido con cierta rapidez, parece que sí. Otra cosa es que se quiera violentar el asunto hasta forzar la contratación de mujeres por el bien de la paridad, den el nivel de calidad o no. Ese es otro debate, en el que prefiero no entrar, básicamente porque no me entra en la cabeza que se pueda sacrificar la calidad de una de las mejores orquestas del planeta por conseguir no la paridad (que esa se va a conseguir seguro) sino por conseguirla de inmediato. Aunque con los tiempos que corren, vayan ustedes a saber.

Uno de los pasados presidentes de la Filarmónica, Clemens Hallberg, declaró que ahora mismo “seleccionan a los mejores”, y que la paridad llegará a medida que los miembros más veteranos se vayan retirando y se vayan produciendo (ya lo están haciendo hace algún tiempo) audiciones en condiciones de neutralidad de género. No parece descabellado. De nuevo el tiempo.

Otro asunto que se ha debatido estos días (el machismo de la Filarmónica ha abierto el debate al machismo de las orquestas en otros lugares, España entre ellos) es que la proporción de mujeres en las orquestas, en general, es minoritaria. Sin embargo, cuando uno profundiza en los datos, ay los datos, se encuentra, incluso en Viena, algunas aparentes sorpresas. Me explico.

La Asociación “Mujeres en la Música” publicó algún tiempo un estudio concienzudo sobre la presencia de mujeres en las orquestas sinfónicas españolas (https://www.mujeresenlamusica.es/wp-content/uploads/2021/05/Estudio-AMM.-Igualdad-y-Orquestas-Sinfo%CC%81nicas.pdf). Lo malo de este estudio no es el estudio, sino su interpretación, o mejor dicho, la falta de visión crítica de la misma. La asociación se lamenta de la participación femenina minoritaria (“solo un tercio de los instrumentistas de las orquestas sinfónicas españolas son mujeres”), pero ignora factores que pueden debilitar, y mucho, tan acelerada y notoriamente simplista conclusión. Cuando uno bucea en los datos, se encuentra que el porcentaje de mujeres en la sección de cuerda es del 42%, pero en realidad es algo superior, porque en la sección de contrabajos desciende al 9%. Sin los contrabajos, la paridad es casi completa (49%). En el viento, la paridad es casi absoluta en las flautas (49%), pero hay fuertes descensos en oboes (29%), clarinetes (11%) y fagots (14%). La proporción en viento metal y percusión es incluso inferior. En cambio, las arpas son sistemáticamente ocupadas por personal femenino (100%).

La primera pregunta que se le viene a uno a la cabeza es: ¿esta proporción (o desproporción) entre cuerda vs viento (sobre todo metales) y percusión obedece al denostado machismo o la proporción de estudiantes de esos instrumentos en los conservatorios tiene la misma dirección? Nada de eso se dice en el estudio, pero uno no puede evitar dudar de que el machismo en la selección que realiza una orquesta desaparezca repentinamente cuando se trata de los instrumentos de cuerda y aparezca con insólito vigor cuando se trata del viento metal o la percusión. En este sentido, sería deseable incluir un factor de corrección, o varios: proporción de estudiantes y proporción de candidatas en audiciones, por ejemplo. Mientras eso no esté disponible, el lamento sobre la proporción minoritaria de mujeres en las orquestas cuando en la cuerda no es el caso, parece una simplificación excesiva y por tanto más que discutible.

En este sentido, hay que anotar que la Filarmónica de Viena, salvando el decalaje temporal y por tanto numérico que implica haber tardado demasiado en incorporar mujeres, sigue una pauta parecida. De las 20 mujeres que hay ahora en plantilla, 15 pertenecen a la sección de cuerda (nuevamente menos los contrabajos), que comprende un total de 84 músicos. A la hora de juzgar el tamaño de la plantilla (enorme frente al de otras orquestas), hay que tener en cuenta que la orquesta ha de afrontar actuaciones diarias en el teatro de la ópera, además de los conciertos de abono, giras y presencias en festivales como el de Salzburgo. Quien quiera más detalles sobre quienes forman la plantilla de la Filarmónica de Viena puede bucear aquí: https://www.wienerphilharmoniker.at/en/orchester-mitglieder

Quién dirige el concierto de año nuevo

Producto de la arrolladora ola de feminismo que se observa en los últimos años, otro mantra, vertido con alegre ligereza, no sé si intencionada, de la historia del concierto de año nuevo, es el de “cuándo lo va a dirigir una mujer”. Antes de echar de nuevo pestes sobre el machismo de los Filarmónicos, convendría analizar la historia del propio concierto, quiénes y cuándo han sido invitados a dirigirlo, además del propio panorama de la dirección orquestal femenina. Repasemos un poco.

Aunque hubo una “versión” de conciertos de año nuevo en Viena desde 1838, la dedicación a la familia Strauss nace en 1939 con Clemens Krauss, de la mano de un Gauleiter nazi, para elevar la moral de las tropas tras la recién iniciada guerra mundial. Ese primer concierto de hecho fue el 31 de diciembre de ese año infausto de 1939. Krauss dirigió luego los conciertos entre los años 1941 y 45, y posteriormente de 1948 (terminado su proceso de desnazificación y la subsiguiente prohibición de dirigir impuesta por los aliados, prohibición que también padeció Furtwängler) hasta su muerte en 1954. En esos dos años 1946 y 47 Josef Krips se hizo cargo del concierto. A la muerte de Krauss, la Filarmónica decidió encargar a su concertino, Willy Boskovsky, la dirección del concierto, lo que hizo, violín en mano, durante los siguientes 25 años, en la mejor estela del mismísimo Johann Strauss.

Cuando en 1980 Boskovsky tuvo que cancelar su actuación por motivos de salud, la Filarmónica se vio obligada a introducir un cambio de rumbo y “fichó” para el concierto una batuta de renombre: Lorin Maazel, que dirigió el evento hasta 1986, y más tarde regresó en cuatro ocasiones más (1994, 1996, 1999, 2005). Desde que se introdujo este esquema de directores invitados, han pasado por el podio, además de Maazel, los siguientes maestros: Herbert von Karajan (1987), Claudio Abbado (1988, 1991), Carlos Kleiber (1989, 1992), Zubin Mehta (1990, 1995, 1998, 2007, 2015), Riccardo Muti (1993, 1997, 2000, 2004, 2018, 2021), Nikolaus Harnoncourt (2001, 2003), Seiji Ozawa (2002), Mariss Jansons (2006, 2012, 2016), Georges Prêtre (2008, 2010), Daniel Barenboim (2009, 2014, 2022), Franz Welser-Möst (2011, 2013), Gustavo Dudamel (2017), Christian Thielemann (2019) y Andris Nelsons (2020). Como es sabido, Welser-Möst repetirá en 2023. En total, 15 directores en cuarenta años. La primera conclusión es que no parece un evento accesible para la mayoría de las batutas del planeta.

El segundo dato importante es analizar a quién se ha invitado y en qué momento no solo de su trayectoria profesional, sino de su trayectoria con la Filarmónica de Viena. Servidor, simplemente viendo nombres y años, tenía la impresión de que la Filarmónica solo invita a alguien a dirigir este evento cuando tiene una relación mínimamente consolidada con el director de turno. Un paciente análisis del archivo de conciertos de la Filarmónica (que nos da todo lujo de detalles desde su fundación en 1842, algo más de 10000 conciertos: https://www.wienerphilharmoniker.at/en/konzert-archiv) arroja algunos datos interesantes que confirman esa impresión.

La siguiente tabla recoge los datos referidos a estos 15 maestros que han sido invitados a dirigir el concierto de año nuevo, incluyendo el año en que dirigieron por primera vez a la orquesta y el número de conciertos dirigidos a la formación antes de ser invitados a dirigir el evento de primero de año. La información es reveladora: nadie dirigió el concierto de año nuevo sin haber dirigido como mínimo una veintena de ocasiones a los vieneses. El poseedor de ese mínimo era Carlos Kleiber, y teniendo en cuenta lo voluble que era el maestro y lo poco que dirigía (y las muchas “espantadas” que protagonizaba), veinte es, en su caso, un número considerable. Pero la mayor parte de invitados dirigieron varias decenas de veces a la Filarmónica antes de recibir la invitación. Tampoco fueron pocos los años. El que menos tardó desde su debut fue Thielemann (8 años), pero aún así, se presentó a dirigir en año nuevo con más de un centenar de presencias en el podio vienés. Un tal Karajan esperó la ocasión más de medio siglo, con un bagaje de casi 300 conciertos con los vieneses a sus espaldas. Total, nada.

Director Año de debut con la Filarmónica de Viena Nº de conciertos con la Filarmónica de Viena hasta su primera invitación para dirigir el Concierto de año nuevo Conciertos de año nuevo dirigidos
Lorin Maazel 1962 61 1980-86, 1994, 1996, 1999, 2005
Claudio Abbado 1965 236 1988, 1991
Nikolaus Harnoncourt 1984 26 2001, 2003
Gustavo Dudamel 2007 43 2017
Mariss Jansons 1992 58 2006, 2012, 2016
Daniel Barenboim 1989 89 2009, 2014, 2022
Carlos Kleiber 1974 20 1989, 1992
Herbert von Karajan 1934 280 1987
Zubin Mehta 1961 79 1990, 1995, 1998, 2007, 2015
Riccardo Muti 1971 93 1993, 1997, 2000, 2004, 2018, 2021
Seiji Ozawa 1966 116 2002
Georges Prêtre 1963 42 2008, 2010
Franz-Welser Möst 1998 28 2011, 2013
Christian Thielemann 2000 111 2018
Andris Nelsons 2010 65 2020

 

Está claro, a la luz de estos datos, que la Filarmónica de Viena no invita a cualquiera a dirigir el concierto de año nuevo. Tienen que conocer bien, y haber tocado unas cuantas veces, con el candidato. Otra vez el tiempo.

Llegado este punto, ¿qué decir sobre el asunto de que el concierto lo dirija una mujer? Obviamente, la trayectoria de los vieneses en ese sentido va (como todo lo demás) con retraso. La primera mujer que les dirigió fue Simone Young, en tres conciertos celebrados el año 2005. Es significativo que no la han vuelto a invitar, aunque quien esto escribe, habiendo visto en directo a la australiana, debe expresar que no le sorprende el hecho. Aunque es materia opinable (no como los datos, que son los que son), personalmente me parece una directora correcta, pero en absoluto al nivel de los mejores.

Recientemente, la Filarmónica ha invitado a la joven alemana Joanna Mallwitz (1986) a dirigir varias (10) representaciones del Così fan tutte mozartiano. Si el resultado ha sido bueno, cabe esperar que se repitan invitaciones y que Mallwitz acabe tarde o temprano dirigiendo en año nuevo, pero ya hemos visto que eso no ocurre de un día para otro (recordemos, el que menos, Thielemann, ocho años) y me da que no cabe esperar que las cosas se vayan a acelerar en exceso por aquello de satisfacer la corriente de lo políticamente correcto. Hay directoras buenas, sin duda, y con seguridad alguna de ellas terminará en el podio vienés el primero de año. Pero hay que dar tiempo. Muchas de ellas apenas están en los primeros años de sus carreras internacionales. Y de las más veteranas… igual hay que preguntarse si algo no ha gustado de ellas a los vieneses. De Young parece bastante evidente. De Marin Alsop, actual titular de la Sinfónica de Viena, cabría esperar alguna invitación, pero…

Un lector me ha preguntado si creo que el español Gustavo Gimeno dirigirá el concierto alguna vez. Creo que, con los datos que acabo de ofrecer, hay que ser escépticos. 15 directores en cuarenta años, la mayoría instalados en la elite mundial…. No da la sensación de que los Filarmónicos experimenten mucho con gaseosa en este concierto. Dicho lo anterior, si alguno empieza a dirigirles y les gusta… no se puede descartar nada. Tampoco que algún español (y Gimeno es un excelente candidato) sea uno de ellos. Pero hay que tener paciencia.

Las cosas pueden cambiar, claro, pero también hay que entender que, con un evento de tanta repercusión, la orquesta quiera jugar sobre seguro: maestros a los que conoce bien y con los que conecta bien. Las cosas llegarán, sin duda, pero con tiempo. Y me temo que quien no lo quiera entender así va a cultivar bastante frustración.

Y sí, ya se que en Berlín se han dado más prisa en esto de las mujeres, en todos los sentidos. Ya lo comenté: Viena va, indudablemente, con retraso. Pero el panorama está cambiando. Hay que dar tiempo al tiempo, creo. Y valorar todos los ingredientes. Todos. No solo el de la corrección política.

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4 thoughts on “Reflexiones tras el concierto de año nuevo 2022: cuando el tiempo es importante

  1. Exhaustivo análisis con el que estoy casi de acuerdo en todo.
    Más allá de ello para mí sobra lo de «la vena comunista del ciudadano» o le falta alguna calificación a » comprarte un Ferrari para darles vueltas a una rotonda», para ambos los únicos calificativos son los de imbéciles, tontos del culo, idiotas, etc…etc…etc…

    1. Gracias Tomás. Lo de la vena comunista, como puedes imaginar, obedece a la mención por parte del sujeto de la «oligarquía» como colectivo inspirado por el concierto. Aunque comparto la segunda parte de tu comentario preferí no entrar en la misma dinámica agresiva en la que entran ellos en sus mensajes en redes sociales

  2. Fantástica reflexión, Doctor Ortega. Los números cantan de forma bastante evidente, a mi entender. Paridad no es lo mismo que calidad y en este caso, la relevancia de lo primero no justifica el sacrificio de lo segundo. Brillante!

    1. Muchas gracias Ignacio. Como me ha comentado algún amigo en facebook, el análisis es contundente aunque solo sirva para reafirmar a los ya convencidos y en ningún caso valga para que algún defensor de paridades radicales o de imponer como director a una mujer sea como sea, piense un poco en los modos en que este concierto lleva manejándose cuarenta años. Sin ir más lejos, hoy he leído de todo. Desde que todos los críticos (menos uno) estábamos ciegos y sordos porque, aunque lejos de entusiasmarnos el de este año, no hicimos la suficiente sangre, hasta (en el blog de Lebrecht) un par de soflamas contra el evento clamando por el cambio de rumbo y porque dirija el concierto una mujer.Pero bueno, los datos están ahí. El que quiera seguir ignorándolos, que lo haga pese a tenerlos en las mismas narices.

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