Rafael Ortega Basagoiti

El Rey Arturo, de Purcell, en el Real

Madrid. Teatro Real. 27-III-2022. Henry Purcell: King Arthur, semiópera dramatizada en versión de concierto. Coro y conjunto instrumental Vox Luminis. Dirección artística: Lionel Meunier. Dramaturga: Isaline Claeys. Narrador: José Luis Martínez.

Tengo para mí que el talento -grandísimo- de Purcell no es lo suficientemente apreciado, aunque es cierto, como señala mi apreciado Eduardo Torrico en su reseña para Scherzo, que el Real ha hecho en años recientes guiños significativos al compositor británico que, desgraciadamente, y como algunos otros genios musicales, nos dejó cuando aún era treintañero, trayendo a su escenario títulos significativos como La reina de las Indias, además del consabido, inevitable y bellísimo Dido y Eneas. Por lo demás, el asunto de la ópera no terminó de calar en las islas británicas, incluso tras la aportación del descomunal talento de Handel, y desde luego no lo hizo en la medida en que sí lo hicieron los oratorios, sacros o profanos.

El idioma seguramente tuvo algo que ver, y desde luego en la música de Purcell eso es algo muy evidente: acentos, énfasis y ritmos están indisolublemente ligados al idioma. Y una correcta dicción del mismo es indispensable para que la música adquiera todo su sabor. No son aceptables errores como el del caro sassone, que en su primera versión de El Mesías lució sus limitaciones en la lengua de Shakespeare: en la famosa aria The trumpet shall sound, escribió las notas de manera que la palabra incorruptible se acentuaba sobre la sílaba “ti”, en vez de, como es correcto, sobre la sílaba “rrup”. Ediciones posteriores de la partitura corrigieron el despropósito, pero en un testimonio de respeto escrupuloso por lo originalmente escrito por Handel (hasta en el error evidente) aún hay alguna grabación que obliga al bajo a enunciar la palabra de manera equivocada.

Un asunto delicado a efectos de llevar una obra como King Arthur es que los papeles esenciales de la trama sobre las batallas de britanos y sajones por el dominio de Inglaterra, que acabaría con el advenimiento de los anglosajones, son papeles hablados. Así, ni el Rey Arturo, ni Merlín, ni Philidel, ni el invasor Oswald, por poner solo algunos ejemplos, tienen papeles cantados, que quedan reservados a personajes mitológicos como Venus, Cupido o Eolo, o populares, como campesinos o pastores. Como la parte hablada es larguísima, se optó, creo que con acierto, por una narración, con textos de Isaline Claeys, narrados correctamente, aunque sin especial calor, por José Luis Martínez.

Sorprendió a quien esto firma que el programa de mano… en realidad no fuera tal. Supongo que como solo había una función, se optó por la versión ahorro: un tríptico en el que apenas había lugar para el listado del equipo artístico, pequeñas biografías de Meunier y el grupo, y una sinopsis del asunto. El resto era un completo despropósito. Las violas de gamba quedaron presentadas en el programa como “bajos de violines”, y aunque el asunto tiene cinco actos, a efectos de la pausa solo se hablaba de acto I y acto II, sin indicación alguna de “dónde” caía exactamente la pausa.

Peor aún, el programa no identificaba en absoluto qué cantantes cantaban qué papeles. Imposible, salvo personal conocimiento físico de cada componente del grupo, o a disponer de fuentes de información “extra”, su identificación. Debo agradecer, en este sentido, a mi estimado Eduardo Torrico, que me ayudara a identificar a la que, con bastante diferencia, se antojó la cantante más destacada de la velada: la húngara Zsuzsi Tóth, poseedora de una voz con empaque, bien timbrada, admirablemente manejada, y con gran riqueza de registros.

He visto en algunos colegas reacciones de encendido entusiasmo hacia lo ofrecido, como grupo, por Vox Luminis en la velada de ayer. En líneas generales, aunque con más moderación, comparto dicho entusiasmo. Vox Luminis es un excelente, bien cohesionado y preparado grupo vocal, y se acopló al peculiar lenguaje purcelliano con absoluto acierto. Otro gallo canta en lo referido a las contribuciones individuales, donde la mayor parte de los cantantes se movió en un nivel entre lo correcto y lo notable, sin alcanzar la excelencia de la soprano húngara Tóth, antes citada.

El grupo instrumental, por su parte, muestra un buen nivel de calidad, pero no es, ni mucho menos, excepcional. Cuerda empastada, pero sin especial brillantez, oboes (que también tocaron flautas de pico) suficientes pero con algún momento de entonación no del todo redonda. Sí alcanzaron la excelencia la pareja de trompetistas Rudolf Lörinc y Moritz Görg y las percusionistas Marianna Sorokka y Helene Erben (que también trabajó lo suyo como alto). Hay que anotar, eso sí, que la seca acústica del Real (demasiado terciopelo) no ayuda nada a pequeños grupos instrumentales del ámbito historicista.

Aunque es cierto que en su momento la dirección de los conjuntos se ejercía desde el concertino o desde el teclado, aquí se supone que la dirección recaía en Meunier, cantante y flautista (y estoy tentado de decir que más afortunado en este último cometido). Como el barítono-flautista estaba en otros cometidos, la cosa ejecutora fue co-dirigida por Anthony Romaniuk desde los teclados, y por el concertino. No estoy seguro de que tal decisión sea la mejor, pero ayer funcionó razonablemente bien. Gracias, de nuevo, a la información privilegiada de Torrico, sabemos que el concertino fue en realidad Jacek Kurzydlo y no el anunciado Tuomo Suni, que había dado positivo en Covid. Ni de dicho positivo ni del cambio se dignó nadie, ni Teatro ni artistas, dar cuenta a los asistentes. Viva la comunicación.

El resultado, en cualquier caso, fue más que notable. La música de Purcell llegó con todo su encanto, con esa mezcla de grandeza, elegancia, poesía, gracejo y hasta el báquico desenfado de las mejores canciones inglesas de taberna. Como la realización vocal e instrumental fue buena, la velada resultó muy disfrutable. Hay quien defiende que no hay hoy un conjunto que pueda hacerlo mejor. Servidor piensa en Gardiner, en Christie, o en Pinnock… y estoy por tener mis dudas. Lo que vimos ayer fue bueno. Muy bueno incluso. Pero tanto como insuperable…

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