Rafael Ortega Basagoiti

Menos mal que no tengo barba

Al Marqués de Marañón le acaban de dar el premio Mariano de Cavia por un artículo en ABC sobre la transición, lo que además de engordar su ego, que ya tiene dimensiones catedralicias, servirá de alimento a su maquinaria de propaganda. Mira por donde he estado buscando por ahí y no he encontrado por desgracia ningún premio a la propaganda (engañosa), lo cual no deja de ser una lástima, porque ese se lo llevaría de calle.

La famosa colecta del clave para el Real progresa lenta pero segura. Ya llevan más de 6000 euros de los 100.000 que según declaran les van a cobrar por el clave italiano de un teclado. Lo que viene siendo un precio de mercado. De mercado de piedras preciosas, quiero decir. El sistema elegido para la colecta responde al inagotable ingenio de las huestes del marqués. Según la nota que elija uno, la contribución va de 5€ a 150€, con una posibilidad “libre” que es la nota Si, donde uno puede poner la cantidad que le de la gana. Como luego te recuerdan que con esto desgravas (y hasta te hacen el cálculo y todo), pues la tentación para los desprendidos y millonetis está ahí. Eso sí, como haya algún potentado que quiera apropiarse de casi toda la iniciativa, se le ocurre poner 94000 euros por un Si y se acabó la colecta, el resto con un palmo de narices, oye.

Lo que no acabo de encontrar es la lógica de la cotización de las notas. A ver si alguno de ustedes, amante de los números, le encuentra una clave (vaya por Dios, qué palabra he ido a utilizar) razonable. El Do, como dijimos, se vende muy barato, a 5 €. El Re vale el doble, y el Mi vale como cinco veces el Do. Pero el Fa, se cotiza caro… 50€, y el Sol se sube a la parra hasta los 100. El La, supongo que por aquello del diapasón, es el más caro, 150, pero el Si es el que abre la opción a alguien que quiera aguarle la fiesta a los donantes con una donación de órdago. Este sistema tiene su intriga ahora que lo pienso, porque además no se especifica a si los sostenidos (o bemoles, según se mire) cotizan de manera diferente… ni tampoco a qué reino pertenece cada uno… así que cabe el enigma de si el Fa sostenido es eso o es un Sol bemol, que viene siendo la misma tecla. Voy a tener que recurrir como Bach, a la gematría, para encontrar el mensaje escondido tras estos números… Es como aquello del capitán Haddock: ¿Duerme con la barba encima o debajo de las sábanas? Y el bueno del capitán se pasaba la noche en vela, sábana por encima, sábana por debajo. Pues eso.

Como en esto de los dineros hemos perdido el oremus hace tiempo, yo no me había molestado en averiguar (sobre todo porque el asunto despertaba en mi un interés perfectamente descriptible: ninguno), pero miren por donde me enteré por casualidad, y ¿Saben cuánto costaba una entrada para uno de los conciertos (es un decir) recientes de Mariah Carey? Pues por encima de los 45 euros y… hasta 240, según escuché a una de las entusiastas asistentes al invento. Para que se hagan una idea, las localidades más caras de los conciertos de Ibermúsica están alrededor de los 180-190 euros. Ahí lo dejo.

Y ahora viene mi otro ídolo. El representante de la fundación sinónimo… qué manía tengo, señor, quise decir sin ánimo, o sea el mandamás de la Excelentia, otro ex aequo para el premio a la propaganda (engañosa). Si, el que cobra a los del coro por cantar y que ofrece bolos con su orquesta de lance, empaquetados con la etiqueta de “música de calidad” (hay que tener morro), a la que ahora ha añadido el relumbrón de la revista propia. Pues resulta que el bueno de la Excelentia va a ofrecer dos conciertos, dos, de Año Nuevo. Uno en el Teatro Real (día 1 de enero) y otro en el Auditorio Nacional (día 3). El del día 1 estará a cargo de la Orquesta Clásica Santa Cecilia (o sea, la formación de lance que constituye el buque insignia del patrón de la fundación) bajo la batuta del violinista brasileño afincado en Austria Lavard Skou-Larsen, de reconocida trayectoria (?) en su interpretación de la música de los Strauss. Porque es en los Strauss (bueno, con la compañía de Lehar y algún otro) en los que se centra el programa. Los precios son, pues como lo de la Carey, populares, como corresponde a una fundación sinónimo, qué día más malo llevo hoy con el léxico, señor: entre 35 (la más barata) y 140-150 euros. Para ser un bolo, a mí se me antoja un bolo un poco caro la verdad, pero igual es que el que ha perdido el oremus soy yo. Además ¿y lo glamuroso que queda la cosa en el Real, el mismísimo día 1?

El del día 3 está a cargo de una orquesta de cámara enteramente femenina, que en estos tiempos queda muy bien. Es la Délica Chamber Orchestra, que, no podía ser de otra manera, pertenece también a la Fundación sinónimo (el corrector ya ha tirado la toalla), y que está formado (sus palabras) “por mujeres con gran talento musical procedentes de las orquestas más prestigiosas de Europa como Inglaterra, Alemania, Austria, Hungría, Francia, España entre otros”. Eso sí, no se nos dice cuáles son esas orquestas tan prestigiosas, vaya por Dios. Para ser una orquesta de cámara, los precios de este evento también son populares, lo que viene siendo un sinónimo de sin ánimo: entre 48 y 58 euros. Una bagatela, una futesa, una fruslería.

Y a todas estas, ¿adivinan ustedes cuánto paga por un concierto el campeón del sinónimo a un instrumentista tutti? Pues en el entorno de los 120 euros brutos. Lo dicho, un campeón. Unos honorarios de excelencia. Total, el hombre no tiene ánimo. En fin, no sé si entre tanto caradura me voy encontrando sin ánimo de enfrentar el sinónimo o más bien me va a dar por el antónimo, pero me está entrando una calentura que no sé si anticipa un jamacuco, un sopitipando, un patatús o un soponcio. Pero lo que si se, es que al que se le ocurra ir a los eventos del sinónimo, se le va quedar la tarjeta de crédito sin ánimo alguno. Y como luego vaya a ver una ópera de las del Marqués y se le ocurra donar para el clave artesanal, del agujero no le va a salvar ni el más rotundo de los antónimos. Y de todo esto… los medios de comunicación, ni mu. Si te descuidas, hasta les hacen la ola. Y otros blogs musicales, tampoco me parece que hablen mucho de estos temas. Menos mal que no tengo barba y no me tengo que preguntar si duermo con ella encima o debajo de las sábanas. Imagino las noches de insomnio que habrá pasado el bueno de Brahms, cuya barba era como para plantearse ese dilema…

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3 thoughts on “Menos mal que no tengo barba

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