Rafael Ortega Basagoiti

Borrascas orquestales, siguiente episodio

Comenté a finales de Julio sobre la gran temporada del colega Desierto, que estaba copando plazas por doquier en orquestas varias de España y allende las fronteras. Aunque me complace decir que la anunciada plaza de solista de violines segundos de la ONE ha sido adjudicada, así que, por una vez, Desierto se ha quedado con un palmo de narices y se ha de ir, nunca mejor dicho, con la música a otra parte.

Por desgracia, prosigue la borrasca y la tormenta en la orquesta (y en otras) está lejos de remitir. Hace unos días, Jesús Ruiz Mantilla publicaba en El País un artículo de título demoledor: La Orquesta Nacional pierde la partitura (https://elpais.com/cultura/2018/09/26/actualidad/1537956548_912120.html). Aunque el artículo diserta sobre el eterno (desde hace más de 30 años es un tema recurrente) debate de si la Nacional debe estar poco menos que de gira permanente por España o no, y también menciona el tema discográfico, con el desencuentro, no del todo bien explicado, con Deutsche Grammophon, lo cierto es que el centro del seísmo se encuentra más bien en el tándem del responsable técnico Alcaraz (parece que cada vez más discutido) y el director titular (que no invitado, como señala el artículo de El País), David Afkham. Sobre el tapete, qué boda sin la tía Juana, decisiones unilaterales de degradar a determinados músicos bastante contrastados, de manera un tanto autocrática, y las subsiguientes audiciones en las que el peso del tándem Alcaraz-Afkham es cada vez mayor, y el de los músicos, según parece, cada vez menor. Según El País, Afkham declara entender a los músicos, pero con frialdad teutona, declara que “no quiere amor, sino resultados” y que tiene “derecho a configurar la orquesta como crea oportuno”. Declaraciones ambas que recuerdan las opiniones de cierto húngaro “mano de hierro” llamado George Szell cuando llegó a la Orquesta de Cleveland y literalmente la laminó. Bien es cierto que Szell logró su propósito: llevar a la formación de Ohio a ser una de las primeras de EEUU. No dudo que por ese procedimiento se puedan obtener buenos resultados, pero sí dudo, y mucho más hoy en día, que sea el único por el que pueden obtenerse. En el siglo XXI hay muchas cosas que modernizar, desde luego. Una de ellas es darse cuenta de que crear mal ambiente no es el mejor de los métodos para obtener resultados. Conviene, como líder, escuchar y no pensar que el de uno es por definición el criterio válido. Dicho sea de paso, la creciente (¿excesiva?) influencia de los “gestores” en decisiones puramente musicales (como la elección de los músicos, recuerden el ya relatado caso de Tenerife), o hasta la “fusión” en un mismo puesto de la dirección técnica y la musical, como va a ocurrir en Sevilla tras la marcha de Pedro Halffter, no constituye el mejor de los augurios. Y volviendo a la ONE, todo esto está con la renovación de Afkham pendiente y la no renovación de Alcaraz, cuyo mandato termina el año próximo, básicamente confirmada. ¿No sería mejor asegurar un mecanismo consensuado, un reglamento de continuidad, que depender de decisiones más o menos unilaterales que pueden perfectamente cambiar si el decisor abandona la formación y viene uno con criterio contrario? Creo que se evitaría, además de la tensión y el mal ambiente, una sensación de bandazo que no beneficia a nadie. Y ojito con los gestores metidos a tareas artísticas. No vaya a ser que terminemos como aquel dicho cargado de mala uva: “Manolete, Manolete, si no sabes torear, ¿pa qué te metes?”

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