Rafael Ortega Basagoiti

Brahms: Sonata para piano nº 3

Entre las primeras obras para piano de Brahms, la Sonata en Fa menor Op. 5, es la que sin duda se erige como su primera gran obra para piano, y la que más justifica el impacto que el hamburgués causó a Schumann, que la oyó, al menos en parte, en el famoso encuentro entre ambos de 1853, mismo año en que fue escrita. El tema -único- del Allegro maestoso inicial es apabullante, apocalíptico, y Brahms demuestra su maestría en la enorme variedad de climas, emociones y colores que consigue transmitir partiendo del mismo material. Aquí está lo tremendo, lo oscuro, lo apasionado, lo triunfal, lo lírico y lo heroico. Aquí está también lo íntimo, lo pianístico y lo orquestal. Es curioso, además, que Liszt, a quien clásicamente se considera en abierta oposición a Brahms, escribiera, más o menos por las mismas fechas (1854), su gran Sonata en Si menor, basada en una asombrosa transformación del tema inicial -es decir, un procedimiento muy similar al descrito- y que nos lleva también a una increíble variedad de sentimientos y emociones. El segundo movimiento, un extenso Andante espressivo-andante molto, es de una belleza verdaderamente irresistible. Brahms situó al principio de este movimiento la siguiente cita de Sternau: «El crepúsculo se acerca, la luna brilla; dos corazones están unidos por el amor y se funden en un abrazo de felicidad«. El tema inicial, a modo de canción, nos capta de inmediato por su delicada y cálida sencillez. El movimiento entero es, sin embargo, de una enorme profundidad expresiva, de un sobrecogedor lirismo, y Brahms, con el tema postrero, nos lleva desde la más cruda tristeza, que anticipa sus últimas obras, a un clima de triunfo irresistible, arrebatador (en un prolongado, sereno y maravilloso crescendo), en el que de nuevo subyace una grandeza casi orquestal, para luego dejarse llevar por un retorno a la paz, a la infinita tranquilidad del tema inicial, que ahora nos traen esos acordes arpegiados conclusivos en pianissimo. Impresionante coda para una de las composiciones más bellas de Brahms y de toda la literatura pianística del romanticismo. El scherzo (Allegro energico), es un impetuoso y brillante Ländler (esa danza austríaca en compás ternario que emparenta con el vals) que sólo encuentra remanso en la sección central (trio). Entre este movimiento y el final añade Brahms un movimiento adicional, el Rückblick (lo que viene a significar Retrospectiva). En él encontramos una reelaboración en del tema principal del Andante espressivo, ahora en forma de marcha fúnebre. Este movimiento añadido, que retoma inesperadamente el clima dramático, es una innovación formal de gran efecto, y actúa como eficaz puente hacia el final, Allegro moderato ma rubato, un rondó en el que, a modo de resumen, encontramos alusiones a todos los movimientos anteriores, y que finaliza con una espectacular y -nuevamente- “orquestal” coda en Presto. Les dejo aquí el enlace a una interpretación descomunal de esta obra a cargo de Grigory Sokolov, uno de los nombres fundamentales del piano de finales del siglo XX y del actual. Como la obra es larga (unos 40 minutos) pueden “paladear” el segundo movimiento situando el cursor a partir del minuto 11:42. Que lo disfruten

https://www.youtube.com/watch?v=vaXmcIKh40Y

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