Tal como les anuncié, acaba de finalizar el Concierto de San Silvestre de la Filarmónica de Berlín, con Daniel Barenboim como director y solista, y con alguna presencia significada (Angela Merkel). Impecable retransmisión de la plataforma digital de la Filarmónica berlinesa, que antes del concierto ofreció interesantes entrevistas (subtituladas en inglés) con el maestro y con algunos de los músicos de la orquesta. Es bien sabido que el argentino Daniel Barenboim es un magistral intérprete de Mozart. Sus dos grabaciones de los Conciertos para piano y orquesta del salzburgués, en su juventud con la English Chamber Orchestra y ya en su madurez precisamente con esta orquesta que hoy ha dirigido, son verdaderas referencias. Escuchando esta tarde la primorosa versión del Concierto nº 26 “Coronación” se ha hecho para mí más evidente que el fraseo mozartiano del argentino se ha hecho con los años aún más elegante, natural, fluido y exquisito en las inflexiones de lo que ya lo era años atrás. Bellísimo el sonido, cada frase, cada escala, adquieren en manos de Barenboim un sentido extraordinario de lógica, que fluye con insultante facilidad cuando todos sabemos bien lo complicado que es que parezca así. Este Mozart luminoso del Concierto nº 26, en abierto contraste con el intenso dramatismo del 24 o la contundente energía del 25, fue desgranado esta tarde de manera sencillamente formidable por quien es uno de los mejores intérpretes vivos de esta música, dirigiendo desde el teclado a una Filarmónica de Berlín que demuestra continuamente que es un verdadero lujo de formación. A destacar la inclusión en el primer movimiento de una curiosa cadencia escrita por la clavecinista Wanda Landowska que incluyó con imaginación citas de óperas mozartianas, con Las Bodas de Fígaro a la cabeza. Fueron notables las interpretaciones ravelianas que le siguieron (Rapsodia española, Alborada del Gracioso, Pavana para una infanta difunta y Bolero), pero al menos a mí no me dejaron la misma impresión que el magnífico Mozart que les precedió. Especialmente conseguida la Pavana para una infanta difunta, con un prodigioso solista de trompa que ya nos asombró el año pasado en la visita que como solista hizo en el ciclo de la ONE. El famosísimo Bolero no alcanzó las cotas de refinamiento tímbrico y gradación dinámica a que nos acostumbraron las memorables lecturas de Celibidache, pero sirvió, como no, para confirmar, con el maestro prácticamente inmóvil (en realidad esta obra apenas la dirigió, en el sentido literal del término), que la orquesta está, como sus colegas vieneses, en otra liga. Impresionantes los staccatti en pianísimo del trompa, asombrosos los solistas de oboe, flauta, saxo, trombón… la relación sería inacabable. Esta orquesta es otra cosa. El éxito fue clamoroso (y Barenboim sabe muy bien cómo enganchar al público), de forma que tras los saludos para felicitar el año, en alemán y en francés, se ofrecieron varios fragmentos orquestales de la Carmen de Bizet, para cerrar la velada festiva con adecuado carácter franco-español. Un concierto delicioso, pero, por encima de todo, un Mozart para el recuerdo.
Mientras desde Berlín nos llegaba esta música con mayúsculas, los medios españoles “de masas” han preludiado el Concierto vienés de mañana como me temía: con errores musicales de bulto y atizando el presunto carácter filonazi de Thielemann. A la cabeza del despropósito está el artículo de El Mundo, de titular penoso (“Los fantasmas del nazismo vuelven a la Filarmónica de Viena por año nuevo”: https://www.elmundo.es/cultura/musica/2018/12/31/5c28fa06fdddffd76a8b464b.html ) y en el que parece entenderse que la Obertura de El Barón Gitano es novedad en el concierto, cuando lo cierto es que ha aparecido en los conciertos que dirigieron Karajan (1987), Kleiber (1992), Jansons (2006) y Barenboim (2009). Este último dirigió también la polka Express ese mismo año, pero según El Mundo también es la primera vez que se toca. He preferido no seguir comprobando, porque desde luego no se han podido cubrir de más gloria. También El País («Un concierto de año nuevo más alemán que nunca»: https://elpais.com/cultura/2018/12/30/actualidad/1546180897_272761.html) atiza en dirección parecida. Y para casar con el titular, hacen pasar por austríacos a Carlos Kleiber (nacido en Berlín en 1930) y Nikolaus Harnoncourt (nacido en Berlín también, un año antes). Y lo declara así, en evidente metedura de remo, el primer alemán en dirigir este concierto… Pero claro, también hacen pasar por ruso al letón Mariss Jansons. Eso sí, de nazis, que no falte. Probablemente son ciertas las acusaciones de que Thielemann es tan conservador tan conservador que igual es hasta ultraconservador. Pero uno se pregunta dos cosas: la primera es: ¿tiene eso algo que ver con condicionantes para la interpretación? Porque si es así, entonces borremos del mapa a Furtwängler, Clemens Krauss, Karl Böhm y algunos otros distinguidos maestros. La segunda es: ¿por qué cuando dirigió Claudio Abbado este concierto (1988 y 1991 si no recuerdo mal) nadie salió rasgándose las vestiduras por su declarada filiación comunista? Este tipo de cosas, lo confieso, me empiezan a cansar mucho. Veremos, más allá de la (puñetera) política, lo que el severo teutón hace mañana con la música de los Strauss y compañía.