Madrid. Auditorio Nacional. Sala Sinfónica. Ciclo Universo Barroco del CNDM. Handel: Israel en Egipto, oratorio sacro HWV 54. The Sixteen Choir & Orchestra. Director: Harry Christophers.
Aunque a algunos no les termina de convencer (y ayer en el propio hall del auditorio había opiniones para todos los gustos) a mi me sigue pareciendo que, como partitura coral, Israel en Egipto tiene algunos de los mejores números para coro salidos de la pluma del compositor de Halle. Cierto, si uno espera brillantes arias solistas del estilo de las de El Mesías, Salomón o Saúl, evidentemente esta no es su obra. Pero si uno gusta de disfrutar con el inmenso talento dramático de Handel, de su capacidad para dibujar con pasmosa facilidad y con un lenguaje directo e inmediato la más variopinta cantidad de atmósferas y climas, tiene en esta obra un ejemplo singular.
Lo apunté hace unos días desde este mismo blog y ayer confirmé plenamente la previsión en lo que a la interpretación se refiere. Harry Christophers ha dotado a su versión de este hermoso oratorio de una riqueza de contrastes que ha crecido considerablemente con los años, a juzgar por la comparación con su grabación de los años 90, editada en su día por el sello Collins y ahora recuperada en el que posee la propia formación británica, llamado muy apropiadamente Coro. Cuidando cada acento, con tempi siempre sabiamente juzgados, con nervio trepidante en He gave them hailstones o en But the Waters overwhelmed, pero también con doliente intimidad en la obertura o con oscuro dramatismo en He sent a thick darkness, para culminar en el júbilo triunfal de la secuencia final, desde el primer apunte de The Lord shall reign. The Sixteen continúa siendo una formación, pese a los cambios de plantilla inevitables por los años, excelente, y particularmente modélica para este repertorio, que su fundador entiende como muy pocos, quizá salvando la excepción de Gardiner. El coro es flexible, ágil, empastado y claro en la articulación, algo que no puede extrañar cuando se escucha a los ocho miembros que se hicieron cargo de las partes solistas. Cierto, no estamos ante arias de demandas similares a otras partituras handelianas, y es lógico que para tales papeles no se traigan cantantes de campanillas (ni siquiera en los discos se emplean); aunque quizá en algunos casos puede achacarse cierta cortedad de volumen, técnicamente se trata de cantantes de general solvencia, que ofrecen una prestación más que suficiente y con los que uno se explica perfectamente que el coro sea sencillamente extraordinario. A destacar el notable tenor Mark Dobell, el mejor de los ocho, y que también ejemplificó algo que llevo tiempo apreciando y me pregunto cuánto tiempo van a tardar algunos directores en darse cuenta: se escucha mucho mejor a los cantantes cuando actúan desde el estrado elevado en la parte trasera del escenario que cuando descienden a la parte frontal más baja. Dobell cantó desde ambos sitios y no había color. Se le escuchaba mucho mejor cuando cantaba atrás. Entiendo que es algo “atípico” si se quiere, pero creo que la buena audición debería ser prioritaria sobre la presencia escénica. La orquesta, por su parte, comandada con tanta precisión como energía por la concertino Sarah Sexton, se mostró también precisa, clara en la articulación, y con una sonoridad preciosa. Excelentes las contribuciones de las siempre comprometidas trompetas naturales y trombones. Una velada redonda, en suma, que nos hizo olvidar el despropósito de Christie. La siguiente presencia es también de fuste y cabe esperar de ella lo mejor, porque es sin duda uno de los mejores bachianos vivos: Philippe Herreweghe nos visita en Junio para ofrecernos la gran Misa en si menor del Cantor de Leipzig.
Como de costumbre, alguna otra crítica ya disponible:
Por cierto, Scherzo ha reformado por completo su página web y en la nueva tiene servidor un pequeño hueco particular que he llamado «Con puntillo». Podrán leer también allí reflexiones, recomendaciones y críticas. Aquí va la primera: http://scherzo.es/blog/11-rafael-ortega