Rafael Ortega Basagoiti

Agrippina de Handel: Aire fresco

Madrid. Teatro Real. 16-V-2019. G.F. Händel: Agrippina, HWV 6, ópera en tres actos con libreto de Vicenzo Grimani. Versión de concierto. Joyce DiDonato, mezzosoprano (Agrippina). Elsa Benoit, soprano (Poppea). Renato Dolcini, bajo-barítono (Claudio). Xavier Sábata, contratenor (Ottone, Giunone). Franco Fagioli, contratenor (Nerone). Andrea Mastroni, bajo (Pallante). Carlo Vistoli, contratenor (Narciso). Biagio Pizzuti, barítono (Lesbo). Il Pomp d’Oro. Director y clavecinista: Maxim Emelyanychev.

Agrippina, estrenada en Venecia en 1709 con sonado éxito, en plena estancia italiana de il caro Sassone, es la sexta de las 42 óperas del músico de Halle, prototipo del genio adaptado a las más variadas circunstancias, capaz de mimetizar lo mejor (como aquí) del canto y el drama italiano, y de llevar el formidable olfato teatral después al campo del oratorio cuando, ya instalado en Inglaterra, desarrolló una formidable producción de obras corales en el idioma de las islas. La frescura melódica de Handel y, sobre todo, su instinto para el manejo de las modulaciones al servicio del discurso dramático, con un tratamiento tan exquisito como brillante de la voz humana, hacen que su música, muchas veces escrita en una polifonía de aparente sencillez (con frecuencia a dos voces, violines en unísono o en octava, maderas, si las hay, doblando los violines, y bajos, con las violas manteniendo prolongados episodios de silencio), tenga un impacto extraordinario y directo en el oyente. De hecho, no es raro que la música se eleve muy por encima de los libretos, con frecuencia malísimos y con tramas tan enrevesadas que terminan por ser de seguimiento tan fatigoso como casi imposible. Da igual, la música es de tal belleza que uno se limita a quedar extasiado ante la perfección de los retratos de cada personaje y la belleza inagotable de la música para cada uno de ellos. El texto de Agripina no es de los peores, aunque hay episodios bastante risibles, como el que se produce en el tercer acto cuando Popea le dice a Claudio que ella “había dicho Nerón y no Otón”, una especie de “donde dije Digo, digo Diego” que parece sacado de un chiste de Eugenio. En todo caso, trama de enredos y engaños de amor y poder en la Roma de Claudio, donde Agripina y Popea son las grandes manipuladoras, Nerón queda como bastante tonto y Claudio se descubre finalmente como bastante menos lelo de lo que había parecido. Me parece por completo traída por los pies la mención, en la nota de prensa del Real, de que se ha interpretado este texto como “evocadora de la guerra de Sucesión española” y la alusión a que el libretista apoyaba la causa perdedora (de los Habsburgo) en la misma. Ya le vale la imaginación al que ha hecho semejante interpretación. No sé por qué, pero teniendo en cuenta lo que el independentismo catalán ha “construido” con esa guerra, me da que la alusión susodicha no es del todo casual, aunque en mi opinión, es desde luego peregrina. Dicho esto, tonterías aparte, la hermosa partitura del sajón se ofrecía por el Real en función única y en versión de concierto, eso sí, con precios que bien hubieran justificado una puesta en escena, aunque, dado lo que estamos viendo últimamente, más de uno pensará con razón que, para lo que hay que ver, casi mejor que nos ahorramos la escena. Pero musicalmente la cosa prometía: el reparto era de altura (esa que debería ser la norma y no la excepción, para un coliseo como el Real, demasiadas veces con precios de primera y nivel de segunda), la orquesta era una acreditada formación especialista en el repertorio barroco, y el director, el jovencísimo ruso Emelyanychev (Dzerzhinsk, 1988), tiene un talento superlativo asimismo ya acreditado en anteriores ocasiones. Y el resultado fue, en efecto, de gran nivel general. A la cabeza del éxito la mezzo (en realidad muchas veces más cerca de soprano) Joyce DiDonato, una cantante y actriz extraordinaria, de medios vocales sobresalientes y muy capaz de despachar con notable agilidad la temible coloratura handeliana. Sensacional su interpretación de Pensieri, voi mi tormentate, al final del segundo acto. Su retrato de la protagonista tuvo extraordinaria brillantez desde su primera intervención en la preciosa aria con oboe (muy bien realizada su parte por Roberto de Franceschi) L’alma mia fra le tempeste, y se mantuvo en ese nivel hasta el final, incluso pese al amago de falsa entrada en Non ho cor che per amarti, que fue cantada de manera extraordinaria. Su movimiento escénico (no había decorados pero los cantantes sí se movían en el escenario) tuvo un divertido toque cínico y de desparpajo, muy bien traído como parte del dibujo de la astuta engañadora. A la sobresaliente noche de la de Kansas se añadió la soprano francesa Elsa Benoit, de medios menos grandes en volumen, pero no menos atractivos en cuanto a timbre, color y habilidad en el manejo de las agilidades. Su retrato de Popea fue también estupendo, adecuadamente fingido, y su elegantísima, muy expresiva línea de canto ya quedó en evidencia en la hermosa aria con dos flautas de pico Vaghe perle, eletti Fiori. Quien esto firma destacaría a continuación la también sobresaliente contribución del catalán Xavier Sábata, un Otón de gran presencia vocal (su voz con más cuerpo y de color más oscuro y grave que el de sus dos colegas de cuerda) pero envidiable agilidad y expresión. Preciosa su interpretación del comprometido Coronato il crin d’alloro. El argentino Fagioli tiene, por el contrario, un color evidentemente más agudo y brillante, y despacha las agilidades handelianas como el que lava. Anoche lo volvió a demostrar, y valga su endemoniada aria del tercer acto, Come nube che fugge dal vento, como muestra palmaria (también aquí excelente demostración de la pareja de oboes). Otra cuestión es que su generoso vibrato, que a veces puede comprometer la precisión de la entonación, sea del gusto de todos. Personalmente lo preferiría menos amplio, pero ello no impide reconocer su excelente labor, muy bien acogida por el público. Dolcini, más barítono que bajo, fue de menos a más. Su Claudio pareció algo apagado vocalmente al principio, pero terminó a notable nivel. Marconi tiene volumen imponente en su voz de bajo (salvo en el registro más grave, donde hay algún apuro), pero su entonación no siempre es precisa. Cumplió en su dibujo de Palas, como también Vistoli, de voz bonita pero notablemente más pequeña que la de sus colegas de cuerda. Excelente prestación de Il Pomo d’Oro, (5/5/3/3/1 en la cuerda, más 2 oboes, fagot, tiorba y flautas (interpretadas por la solista de oboe Petra Ambrosi y la de fagot Katrin Lazar, en una demostración de polivalencia que no deja de asombrarme). Mención especial para la estupenda concertino Zefira Valova, muchas veces líder de la agrupación, y en esta ocasión mano derecha inmejorable del director musical. Éste, el joven ruso Maxim Emelyanychev, ganador del concurso pianístico Bon Bülow, del prestigioso concurso de clave de Brujas y discípulo en materia directorial nada menos que de su compatriota Rozhdestvenski, es un músico de un talento superlativo, y lo volvió a demostrar aquí. Dirige con gesto clarísimo, atento al detalle, dibuja desde el clave el continuo con tanta imaginación como talento teatral y acierto en la mesura. Entiende la riqueza de contrastes, la variedad de climas y el flujo teatral con absoluto acierto, y su construcción del drama fue estupenda. No extraña que a este joven le “echen el guante” por donde va. Recientemente ha sustituido “de emergencia” al emergente Robin Ticciati en un concierto con la Scottish Chamber. Inmediatamente ha sido fichado como próximo titular de la orquesta que Mackerras llevara a la excelencia, titularidad que empieza este mismo año. Atentos a la evolución de este joven, porque o mucho me equivoco, o va a dar mucho que hablar. En resumen, excelente velada handeliana en el Real, un verdadero soplo de aire fresco. Probablemente es lo mejor que hemos visto hasta el momento en esta temporada. Una nota triste: lo prolongado de la velada (más de tres horas y media) hizo que no fueran pocas las deserciones en el patio de butacas, con notorios vacíos tras el descanso.

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2 thoughts on “Agrippina de Handel: Aire fresco

  1. He disfrutado tu narración entusiasta casi como si hubiese estado allí. Gracias. He escuchado en alguna ocasión a Joyce DiDonato y me parece extraordinaria en todo. Me encanta que por fin surjan rusos (seguro que hay otros pero no recuerdo en este momento) que hagan continuo estupendamente y además con la impronta de Rozhdestvenski. Esas sí que son fusiones importantes.

    1. Gracias. Si, DiDonato, pese a lo que ha dicho algún colega de que no está en su mejor momento, estuvo magnífica. Es verdad que aún falta rodar esta producción más (y lo van a hacer, puesto que visitan otros países), pero aun así, ya hubiéramos querido que el resto de la temporada tuviera este nivel. Emelyanychev… tiene que madurar, claro, y moderar algunas cosas, pero tiene un talento extraordinario y no tengo duda de que tendrá una carrera brillante. La emergencia de estos rusos en el campo historicista, como también Ibragimova, es lo que tenía que ocurrir una vez que cayó el telón y se terminó con el aislamiento en el que esta gente vivió décadas.

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