Rafael Ortega Basagoiti

La poción de Pepito (Piscinas)

Madrid, Teatro Real, 2 de Noviembre de 2019. Donizetti: L’Elisir d’amore. Producción del Teatro Real, en co-producción con el Palau de les Arts Reina Sofía de Valencia. Brenda Rae (Adina), Juan Francisco Gatell (Nemorino), Alessandro Luongo (Belcore), Erwin Schrott (Dulcamara), Adriana González (Gianetta). Coro y Orquesta Titular del Teatro Real. Director musical: Gianluca Capuano. Director de Escena: Damiano Michieletto.

La trama de L’Elisir d’amore es tan simple que pocas veces habré leído una sinopsis más breve en un programa de mano que la que se presentaba en esta ocasión. Nemorino, un tenor que acaba dando pena porque se mueve constantemente entre el enamorado pedazo de pan que es y lo bobalicón que parece, pretende a Adina, que inicialmente le desprecia en beneficio de un Belcore que ejerce (aquí) de sargento vulgar y chulesco, quedando para Dulcamara el papel de charlatán engañador que se aprovecha de la ingenuidad del protagonista para engañarle con un supuesto elixir que va a conseguir que las mujeres se arrastren por él, y que en realidad, según propia confesión, no es sino una botella de Burdeos, aunque como luego explicaré, aquí es, para variar, otra cosa. Donizetti escribió una música luminosa y bella para esta comedia de amor, que sin embargo no consigue (probablemente tampoco persigue) la extrema comicidad de muchas de las óperas bufas de Rossini, que por otra parte en el género era, con perdón de don Gaetano, inalcanzable. Lo que nos acaba de ofrecer el Teatro Real para servir esta sonriente partitura es, por desgracia, otro bolo de tercera a precio de lujo de primera. El argentino Gatell, de voz ligera y sin especial presencia, compuso el protagonista de manera digna sin más, pero, la verdad, resultó un tanto insulso, como su propio personaje, aunque es encomiable su esfuerzo escénico, incluida alguna pirueta sobre la tarta inflable (luego volveré sobre el tema) incluida. Brenda Rae, también con una voz pequeña, se movió toda la tarde con un vibrato excesivo que nubló toda claridad en la coloratura, y en el dúo con Dulcamara quedó enmascarada casi por completo. Vulgar igualmente el Belcore de Alessandro Luongo, sin el menor brillo vocal y sin comparecer en cuanto a las agilidades. Así las cosas, lo mejor de la noche vino, con mucha diferencia, de la imponente presencia vocal y escénica del uruguayo Erwin Schrott, pese a sus apuros (favorecidos por la desquiciada velocidad impuesta desde el foso) en las agilidades, y de la más que estimable Gianetta de Adriana González, estupenda en su breve cometido de camarera. Capuano ya estuvo lejos de entusiasmar cuando apenas mantuvo con muchos apuros la nave a flote en su dirección de La cenerentola semiescenificada el pasado año en el Auditorio Nacional. Entonces tenía una formación mediocre (Les Musiciens du Prince), orquesta historicista organizada por la Bartoli. Aquí tenía una Sinfónica de Madrid que ha demostrado que cuando le ponen batutas en condiciones (lo que por desgracia ocurre menos de lo deseable) responde estupendamente. Capuano pisó el acelerador, llevó a la orquesta sistemáticamente por delante de cantantes (y a estos, por ende, echando el bofe) y coro, produciendo un sonido tosco que en muchos momentos adquirió peligrosos tintes de charanga. Como verán, un coctel musical perfectamente olvidable, y van… Supongo que la decisión de reponer la producción de Michieletto ya vista en 2013, bien que ahora con algunos cambios poco trascendentes, obedece a propósito de ahorro. Bien puede ser que tal propósito se haya cumplido. Porque lo que es el resto me temo que más bien haya sido un despropósito. La escena transcurre constantemente en una playa, con un chiringuito llamado “Bar Adina”, regentado por la misma (aunque no da un palo al agua, se limita a ser la dueña) y servido por Gianetta. Nemorino es el mozo de las tumbonas y las sombrillas, Belcore tiene presuntas aspiraciones de metrosexual y Dulcamara es una mezcla de camello y Pepito Piscinas, que se presenta en un todoterreno con unos cuantos botes inmensos de lo que parecen botes de una bebida tipo “Red Bull te da alas” en compañía de unas cheerleaders con pelucas naranjas. En la playa hay de todo. Un par de ancianos haciendo ejercicios al inicio, que hay que cuidar la artrosis, un campo de vóley playa, unos jugando a la bolita con unas palas, y otros con un balón inflable. Un montón de figurantes que no aportan absolutamente nada. En el segundo acto buena parte de la playa aparecía cubierta por lo que desde lejos parecía una ensaimada gigante, que resultó finalmente ser una tarta nupcial inflable, dentro de la cual luego se celebraba una especie de fiesta de la espuma, con participación de protagonistas y figurantes. En resumen, una horterada de primera, chabacana y vulgar, que no aporta nada a la comicidad y que transformó el elixir de amor en la poción del camello Pepito (Piscinas). Otro desatino, y van…

Les dejo más abajo, como es habitual, las reseñas aparecidas en otros medios. Pero también, para que se consuelen, un enlace a una representación de esta obra en la Ópera Estatal de Viena (2005). La dirección escénica es de Otto Schenk y Alfred Eschwé dirige a la Filarmónica de Viena con el siguiente reparto:

Adina – Anna Netrebko

Nemorino – Rolando Villazón

Belcore – Leo Nucci

Dulcamara – Ildebrando d’Arcangelo

Gianetta – Inna Los

https://www.youtube.com/watch?v=zx1Y5ljpmzk

Reseñas en otros medios:

El Mundo: https://www.elmundo.es/cultura/musica/2019/10/30/5db9427dfc6c83642f8b4653.html

ABC: https://www.abc.es/cultura/musica/abci-elixir-dulcamara-201910301218_noticia.html

El País: https://elpais.com/cultura/2019/10/30/actualidad/1572390819_613331.html

La Razón (misma reseña publicada en beckmesser.com): https://www.larazon.es/cultura/musica/elixir-de-amor-amable-donizetti-en-el-real-DL25482515

 

 

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3 thoughts on “La poción de Pepito (Piscinas)

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