Rafael Ortega Basagoiti

Magnífico Handel de Vespres d’Arnadí

Madrid. Auditorio Nacional. Sala sinfónica. 6-III-2022. Ciclo Universo Barroco del CNDM. Handel: Amadigi di Gaula HWV 11. Xavier Sabata, Amadigi (Contratenor). Núria Rial, Oriana (soprano). Anna Devin, Melissa (soprano). Katarina Badric, Dardano (mezzo). Rafael Quirant, Orgando (sopranista).  Vespres d’Arnadí. Director: Dani Espasa.

Dentro del recorrido por las óperas de Handel que el CNDM lleva a cabo desde hace varios años, le tocó hoy el turno a este fruto del año 1715, Amadigi di Gaula, subtitulada como “ópera de magia” y que en realidad debería añadir “y de enredos amorosos”, porque una vez más el de Halle se enfrenta a una trama en la que magia y enredos amorosos se mezclan. He comentado en alguna otra ocasión sobre lo imposibles que son los libretos de las óperas de Handel. Decir que este es menos imposible es todo un avance, pero de ahí a decir que es bueno… hay un trecho. Al menos, es más inteligible, aunque hay algún diálogo risible, del tipo de “¿Qué te hecho?” “Tú sabrás”, como esos que algún ingenioso autor de memes guasones ha hecho circular con el subtítulo, referido a las discusiones de pareja, de “El Apocalipsis, capítulo 1”.

Bromas aparte, lo que importa en el asunto es, como de costumbre, la bellísima música de Handel, su talento derramado por toneladas desde la majestuosa y luego vibrante sinfonía inicial a la jubilosa danza final, que en algunos momentos incluso coquetea con resonancias próximas a Rameau. En el camino, arias donde la sensibilidad y la agilidad de los cantantes son continuamente retadas, formidable capacidad de recreación de atmósferas diversas y variadísimas, y una capacidad e imaginación melódica que parece tan inacabable como asombrosa, con recursos instrumentales de relativa modestia: cuerda y continuo, un par de oboes, dos flautas de pico, fagot y trompeta obligada en un par de números.

Son múltiples los ejemplos, pero basten el final del primer acto, todo un tour de force para el protagonista, la espectacular Desterò dall’ empia dite, destinada a Melissa en el final del segundo acto, o la no menos vibrante Sento la gioia, también del protagonista, en el final de la obra. La partitura, que sobrepasa las dos horas y media de duración, se sigue sin esfuerzo precisamente por la riqueza y belleza de la música de Handel, muy capaz de mantener en vilo al personal sin que importe el tiempo.

Ayudó a ello, sin duda, un quinteto solista de excelente nivel global. Brilló Sabata en el complicado papel protagonista, fuertemente exigido en toda la ópera y sobre todo en la primera mitad de la misma, donde su desempeño apenas encuentra respiro. Se movió el catalán con la agilidad vocal acostumbrada y con esa vis dramática tan intensa y magnética con la que traza acertadamente siempre sus personajes, completando una actuación sobresaliente. Lo estuvo también Nuria Rial, con su voz siempre bien timbrada, manejada con gusto exquisito, no grande en volumen, pero de precioso resultado expresivo y envidiable agilidad. De más volumen, con extraordinaria intensidad dramática y solo un punto estridente en algún momento, pero igualmente excelente en su agilidad y prestación general, la irlandesa Anna Devin dibujó una Melissa magnífica, intensa y sentida.

La espigada serbia Katarina Badric tiene una voz bonita y de generosa tesitura, con graves y color en esa zona casi próximos a una contralto, aunque el paso del registro medio al grave es en ocasiones demasiado evidente en cuanto al cambio de color. Maneja bien la agilidad y la línea expresiva es envidiable, pero el volumen pareció, en casi toda su actuación, corto. Digo en casi toda porque en su última aria, Han penetrato i detti toui l’inferno, se situó detrás de la orquesta y la voz llegó con mucha mejor proyección, dejando una impresión bien diferente. Me queda pues, la duda de si otra colocación en el escenario no la hubiera favorecido más.

Era la primera vez que el firmante escuchaba a la agrupación Vespres d’Arnadí, creada en 2005 por su director y clavecinista, Dani Espasa, y el oboísta Pere Saragossa. La orquesta dejó una magnífica impresión, especialmente por una cuerda de modélica agilidad, empaste y empaque, liderada de manera formidable por una concertino de lujo, Farran Sylvan James. Menos felices estuvieron la pareja de oboes, y suficientemente solvente, incluso notable, el trompeta Bruno Fernandes en su inclemente cometido.

Espasa, en fin, presidió desde el clave, donde ofreció además de una modélica labor de continuo, una dirección de ejemplar clima handeliano. Contrastada, ágil, sensible, con riqueza en la dinámica y los acentos, fluida en el dibujo dramático y sólida en el criterio. Extraordinaria, sin duda, su labor, en la que hasta se permitió tocar con fortuna la pandereta en la jubilosa danza final.

El éxito, en fin, fue grandísimo y muy merecido. Las óperas de Handel son una maravilla musical con la que no se deja de disfrutar. Verlas servidas de esta forma ejemplar, y por intérpretes en buena parte españoles, es un motivo adicional de disfrute y satisfacción. En apenas 48 horas, el CNDM nos trae más Handel: L’Allegro, il penseroso ed il moderato, de la mano de otro handeliano ilustre: William Christie, y sus huestes de Les Arts Florissants. Para no perdérselo, diría yo.

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