Rafael Ortega Basagoiti

Brillante comienzo de la temporada de la Nacional

Madrid. Auditorio Nacional. 23 septiembre 2022. Concierto sinfónico 1 de la temporada de la Orquesta y Coro Nacionales de España. Ligeti: Requiem; Strauss: Sinfonía alpina. Jenny Daviet, soprano, Barbara Kozelj, mezzosoprano. Coro de la Comunidad de Madrid, Sociedad Coral de Bilbao, Orquesta y Coro Nacionales de España. Director: David Afkham.

Comenzó este fin de semana la temporada de conciertos de la Orquesta y Coro Nacionales de España, creemos que casi con toda seguridad la penúltima de su actual titular en el cargo, con un programa que unía dos obras bien distintas, con atractivos diversos. Programa que, al mismo tiempo, marca en cierto modo una pauta, porque Strauss es uno de los compositores estrella de la temporada, y la obra de Ligeti nos apunta, no solo a uno de los tres hilos temáticos (el centenario de Ligeti en 2023), sino a que la programación se adentra en sendas nada convencionales. Como ya apunté en su momento, nada que objetar al respecto, aunque la completa ausencia de Beethoven y Brahms, y la presencia menos que testimonial de Haydn y Mozart, por poner tan solo cuatro ejemplos, podría ser fácilmente considerada como un movimiento pendular excesivo hacia la novedad.

Nos dice Irene de Juan en sus estupendas notas, con su proverbial pertinencia, que Ligeti, por el encargo de la Radio Sueca, decidió componer un Requiem no litúrgico, y el propio compositor se refiere al texto escogido como “imagen de la angustia, el miedo ante el fin del mundo.” En efecto, el doble coro, con dos solistas y orquesta en pleno, se emplea para una música siniestra, aterradora, sugerente de un apocalipsis ya desde el tenebroso Introitus inicial. Obra de tremenda complejidad, abrumador dramatismo y gran impacto, no es de extrañar que el Kyrie aterrizara en la película de Kubrik 2001 Odisea del Espacio, precisamente por lo aterrador de la atmósfera que sugiere.

Afkham ordenó la complicada trama y gobernó con tino la abigarrada matización de la que tan amigo era Ligeti (para el que nunca parecía haber límites en la cantidad de p o f con que resaltar la intensidad requerida para pianissimi o fortissimi, como si la verosimilitud no tuviera límites), ya desde un siniestro comienzo del Introitus, con un espeluznante susurro de los bajos del coro. La obra, en la que, como señala De Juan, no hay melodía ni ritmo en sentido estricto, transcurre bajo la constante del miedo que inspira, hasta una reflexión no exenta de angustia en el Lacrimosa final. Espléndidas las dos solistas vocales, igual que las tres formaciones corales y una Nacional que, como confirmaría después en la segunda parte, está en estado de gracia. El público acogió con calor la cuidada lectura de Afkham y los conjuntos nacionales, y tuvo, como de costumbre, especial entusiasmo para la contribución coral.

Aunque titulada Sinfonía, la Alpina de Richard Strauss no es sino el último de sus grandes poemas sinfónicos, un monumental fresco que corona una trayectoria brillantísima del que muy bien podría considerarse el rey del género. Ese gran maestro de la orquestación, dominador absoluto del color instrumental, nos lleva en volandas hacia una auténtica borrachera de belleza sonora, de líricas sutilezas y majestuosos timbres, que más allá de cumbres, glaciares o tormentas, nos sugieren un monumento, los Alpes, de belleza suprema ante el que, simplemente, sentarse a disfrutar. Como tantas otras obras sinfónicas de Strauss, la demanda para la orquesta (y para el director, al fin y al cabo, el propio músico bávaro era un magnífico director, y muy notablemente, de sus propias obras) es extraordinaria.

La interpretación de Afkham, que seguramente no contó con mucho tiempo de preparación dada la complejidad de la obra de Ligeti, fue extraordinaria, muy en la línea de lo que el alemán es capaz de lograr en un compositor por el que tiene indudable afinidad: cuidada, sugerente, intensa, bien matizada, llena de grandeza y solemnidad, de apabullante brillantez sonora cuando se requería. Fue, igualmente, testimonio de una Nacional formidable en conjunto y por secciones. Una delicia todas y cada una de las contribuciones solistas, tanto en la cuerda como en maderas y metales, pero también una maravilla escuchar una cuerda llena y empastada luciendo su sonoridad pese al tremendo poderío de los brillantísimos metales (trompas, tubas wagnerianas, trompetas, trombones, tubas, todos ellos magníficos ayer). Una prestación straussiana como la escuchada ayer está reservada, créanme, a no tantas orquestas. Y es un orgullo poder decir que una de ellas es la Nacional.

Lástima que, cuando la intención de Afkham era retener el silencio tras el intimista cierre de la obra, una precipitada ovación del impaciente de turno rompiera la atmósfera desde el segundo anfiteatro. Lo que el director y la orquesta habían logrado merecía más silencio antes del muy justificado entusiasmo final del público. Estupendo concierto, en fin, para el inicio de esta temporada. La semana que viene, segundo Sinfónico, de nuevo con Afkham en el podio, con obras de María Teresa Prieto (Chichén Itzá), Korngold (el concierto para violín nada menos que con Kavakos de solista) y dos grandes obras del impresionismo sinfónico: El Mar de Debussy y La Valse de Ravel.

 

 

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One thought on “Brillante comienzo de la temporada de la Nacional

  1. Fabulosa reseña, Rafa!
    Magnífico concierto de apertura.
    El siguiente en la programación es fantástico, una de mis obras preferidas y de un significado muy especial para mí, La Mer, de Debussy. Puro impresionismo y no solamente musical. Una maravilla. Disfrútalo!!

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