Los lectores de este blog me van a permitir una excursión extra musical (en parte, puesto que a la música también afecta), pero creo que la gravedad del asunto la justifica. Dice la RAE que dogma es aquella proposición tenida por cierta y como principio innegable. Una segunda acepción nos habla de conjunto de creencias de carácter indiscutible y obligado para los seguidores de cualquier religión. Y una tercera nos apunta en la misma dirección: fundamento o puntos capitales de un sistema, ciencia o doctrina.
Los dogmas tienen la ventaja de la comodidad: no hay que pensar. No hay que analizar. No hay que examinar, estudiar o estructurar una crítica. En una palabra, no hay que devanarse la neurona. Se acepta el dogma, y punto. Tienen, no obstante, el peligro, silenciosamente siniestro, del adocenamiento de las personas. Y para quienes los proclaman, el tentador atractivo de la imposición dictatorial. Lo que no se discute es lo que yo proclamo como dogma, y aquí todo el mundo a hacer y pensar lo que yo dicte.
Ese aterrador y perverso personaje que era Joseph Goebbels, ministro de ilustración pública y propaganda del siniestro III Reich, dijo un par de cosas que vienen muy al caso. La primera: “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión, escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar.” La segunda: “Una mentira mil veces repetida se transforma en verdad.”
Que estas dos afirmaciones vengan de un deleznable personaje como Goebbels no debe nublarnos la vista sobre algo estremecedor: contienen una enorme dosis de verdad. Y bien lo sabía él, puesto que a ambas sacó buen partido. Sin embargo, haríamos mal en pensar que quienes gobiernan hoy el mundo, incluso quienes dirigen buena parte de las civilizadas democracias occidentales, no llevan a la práctica estas consideraciones. Porque lo cierto es que, en los tiempos modernos, los dogmas se proclaman raramente, como en las antiguas dictaduras, de forma descarada y agresivamente impuesta. El ánimo y la convicción de que es más fácil conducir de forma taimada y traicioneramente tranquila a los grupos sociales a la aceptación del dogma de turno como algo inevitable, ha llevado a los evangelizadores del dogma a ir sembrando el mismo con una mirada perversa hacia un futuro cierto: aquel en el que, desde la siembra pausada, el dogma crecerá decididamente, y de forma natural, como algo que nadie discutirá.
Sí, estoy hablando, naturalmente, de educación. ¿Quién podría discutir la no verdad de algo si todos han crecido bebiendo las mismas mentiras? ¿De dónde cabe esperar la crítica si a nadie se le ha educado en el análisis, el estudio, la reflexión, necesarios todos para discutir lo “aparentemente” indiscutible? Hoy, naturalmente, aún no es el caso. Queda todavía mucha gente que ha crecido con otra educación, con otros ingredientes de pensamiento y análisis. Queda todavía mucha gente que no comulga con ruedas de molino.
Pero ¿qué pasará dentro de veinte, treinta, cuarenta años, cuando la generación que ahora se encuentra en la infancia llegue a la edad adulta? ¿Habrá quien discuta el evangelio de algunas de las medidas que se sugieren para la lucha contra el cambio climático en función de los intereses que hay tras las mismas? ¿Habrá quien se levante para frenar los disparates a que nos están conduciendo las nuevas discriminaciones dirigidas, presuntas y falaces restauradoras de injusticias que, en realidad, solo instauran unas nuevas? ¿Quedará alguien que se rebele contra el revisionismo histérico, que no histórico, o se verá la humanidad arrastrada a una nueva historia pintada por los apóstoles del nuevo dogma?
Quien suscribe ha sido, ya desde chaval, alérgico a los dogmas. Algo que me ha costado algún que otro contratiempo (dejémoslo ahí). Y, parafraseando a aquel personaje de la descacharrante película Aterriza como puedas, escogí una mala época para estar contra los dogmas, porque en este nuestro siglo XXI se llevan, y mucho. En España hemos sido testigos de la catástrofe que supone dejar la educación en manos de ciertos personajes. Lo que hoy se vive en algunas partes de nuestro país que están en la mente de todos no es sino el fruto de haber dejado que, bajo el disfraz de la educación, creciera el aborregamiento al dogma nacionalista y revisionista impartido en las aulas por los corifeos del evangelio moderno según el cual la única democracia y libertad posible es… la que comulga con la hostia de ese dogma único que ellos imparten.
Y si creen que exagero, les voy a dar otra prueba de que no (por si la que estamos viviendo en España no fuera suficiente). El viernes, una de mis mejores amigas, uno de cuyos vástagos se encuentra cursando este curso en una de las Universidades de Lyon, me envió la foto que ilustra este artículo. Esa foto se la acababa de enviar su hijo, desde una de las clases que recibía en la Universidad en cuestión. En ella se ve una diapositiva que ilustraba la clase. Les ahorraré el trabajo de leerla y traducirla del inglés. La diapositiva comparaba los liderazgos de hombres frente a los de mujeres. Así, con un par. El texto era el siguiente:
Liderazgo – Hombres vs Mujeres
Hombres Mujeres
Marca Territorio No marca territorio
Individualista Juega en equipo
Controlador Capaz de delegar
No emocional Emocional
Fuerza física Fuerza psicológica
Confrontación No se enfrenta
Los hombres quieren el poder La mujer quiere el poder para
para ser poderosos compartirlo con los demás
La conclusión no puede ser más obvia, ni más perversa y manipulada. No solo se dice, con manifiesta claridad, que el liderazgo de las mujeres es preferible al de los hombres. Se sugiere, con evidente contundencia, que en realidad las mujeres son las ÚNICAS líderes recomendables, porque los hombres, como podrán apreciar por el texto, somos simplemente unas malas bestias, insensibles, cortos mentales, carentes de emociones, incapaces de otra cosa que no sea absorber poder y repartir estopa.
Me dirán ustedes: eso es ridículo. Y tienen razón. Toda la razón, de hecho. Pero… que esto se esté enseñando en la universidad, en una universidad francesa, el país de la libertad, la igualdad y la fraternidad y todo eso… ¿no es peligroso? ¿de verdad nos quedamos tan tranquilos aceptando que en treinta años esto será otra verdad del venenoso dogma que nos están goteando poco a poco?
Supongo que yo no estaré aquí para ver el resultado. Pero la pregunta es inevitable: ¿Por ser hombre, soy reo? Pareciera, según todos estos apóstoles, que sí. Qué le vamos a hacer. Uno tiene sus defectos. Pero a quienes sean más jóvenes: cuidado con seguir comulgando con hostias envenenadas, que el cerebro se licua, y cuando se quiere recordar, se está sometido a un sátrapa disfrazado de demócrata. Recuérdenlo: en estos tiempos, a la pregunta de “por hombre ¿reo?” la respuesta es, según el demencial evangelio imperante: “Sí”.
No se enfrenta
La conclusión no puede ser más obvia, ni más perversa y manipulada. No solo se dice, con manifiesta claridad, que el liderazgo de las mujeres es preferible al de los hombres. Se sugiere, con evidente contundencia, que en realidad las mujeres son las ÚNICAS líderes recomendables, porque los hombres, como podrán apreciar por el texto, somos simplemente unas malas bestias, insensibles, cortos mentales, carentes de emociones, incapaces de otra cosa que no sea absorber poder y repartir estopa.
Me dirán ustedes: eso es ridículo. Y tienen razón. Toda la razón, de hecho. Pero… que esto se esté enseñando en la universidad, en una universidad francesa, el país de la libertad, la igualdad y la fraternidad y todo eso… ¿no es peligroso? ¿de verdad nos quedamos tan tranquilos aceptando que en treinta años esto será otra verdad del venenoso dogma que nos están goteando poco a poco?
Supongo que yo no estaré aquí para ver el resultado. Pero la pregunta es inevitable: ¿Por ser hombre, soy reo? Pareciera, según todos estos apóstoles, que sí. Qué le vamos a hacer. Uno tiene sus defectos. Pero a quienes sean más jóvenes: cuidado con seguir comulgando con hostias envenenadas, que el cerebro se licua, y cuando se quiere recordar, se está sometido a un sátrapa disfrazado de demócrata. Recuérdenlo: en estos tiempos, a la pregunta de “por hombre ¿reo?” la respuesta es, según el demencial evangelio imperante: “Sí”.
¡Hasta en la Universidad! Lo que se llama «libertad de cátedra», pero mal entendida.
Como escribió Baltasar Gracián, «Son tontos todos lo que lo parecen, y la mitad de los que no lo parecen».
La esperanza es que los alumnos no sean tan tontos y algunos, como el que envió la foto, se den cuenta y alarmados lo comenten. Puede que también alerten a otros compañeros menos despiertos. Pero «ilustrar» al profesor es harina de otro costal, tendrá que hacerlo otro.
Alucinado me he quedado de lo de esa universidad de Lyon. Supongo que entonces lo de «Lión» se lo habrán puesto por aquello de «lío gordo» si en lugar de tomar esos viejos estereotipos para analizarlos, y ver en qué se fundamentaban y en qué no, se toma eso por dogma inanalizable y como rueda enorme de molino se la hace pasar por el gaznate de los alumnos sin siquiera un vermut. Me interesa saber qué universidad es en concreto, de qué asignatura es eso y qué lección acompañaba a la diapositiva, porque si se utilizaba para hacer crítica del estereotipo me parecería perfecto, pero si se utilizaba para hacer creer que ése es el estado de cosas, sólo porque lo dice el rector o el profesor del lío gordo, sería denunciable y a nivel internacional. Tengo un familiar que querría ir a estudiar a una universidad en Lyon pronto y me gustaría estar informado detalladamente de los pormenores para estar seguro de que no se trata de un malentendido. Gracias de antemano, Rafael.
Dogma. Dogmatil es lo que les falta a los leones, o les sobra por les exceso por los efectos secundarios.
Cuando la ideología ( y no las ideas) es lo que llena los cerebros de los que rigen la educación, la conclusión mas lógica es que estamos abocados a un mundo ya avanzado por Orwell y 1984 ya está aquí. Lo siento por la siguiente generación