Rafael Ortega Basagoiti

EL HOMBRE QUE QUISO SER BRUCKNER…

Los buenos aficionados saben bien que en el debate Brahms frente a Bruckner (que en realidad surgía como derivado de otro protagonizado por lo que representaba Brahms frente a lo que suponía Wagner), se deslizaron críticas en contra de uno y otro por parte de gente tan autorizada como Hugo Wolf y Eduard Hanslick. Con la cordialidad propia de un tigre de Bengala hambriento, podríamos leer a Wolf refiriéndose a la segunda Sonata para violonchelo y piano de esta guisa: “¿Qué es la música hoy en día, qué es la armonía, qué es la melodía, qué es el ritmo, qué es la forma, si este caos total se acepta seriamente como música? Sin embargo, si Herr Dr Johannes Brahms se ha propuesto desconcertar a sus adoradores con esta nueva obra, si quiere divertirse un poco con su veneración descerebrada, eso ya es otra cosa, y admiraremos en Herr Brahms al mayor charlatán de este siglo y de todos los siglos venideros”.

Cabe señalar que Herr Wolf no estaba solo en la diatriba, y que el temible George Bernard Shaw opinaba sobre el Requiem Alemán que “solo podía ser soportado pacientemente por un cadáver”, frase con una proporción de mala baba por palabra realmente difícil de igualar (aunque alguno, cierto compositor experto en canelones, incluso la llegó a superar).

Los grandes apoyos de Brahms venían de la mano de un temido crítico, Eduard Hanslick, que a su vez era azote continuo de Wagner… y de Bruckner. Sobre la Octava sinfonía de este, soltaba Hanslick este mordisco encantador: “Interminable, desorganizada y violenta, la Octava Sinfonía de Bruckner se alarga hasta alcanzar una longitud espantosa. . . No es imposible que el futuro pertenezca a este estilo de resaca de pesadilla; futuro que, por tanto, no envidiamos.” Es igualmente memorable el dardo de Sir Thomas Beecham sobre la Séptima sinfonía: “solo en el primer movimiento anoté seis embarazos y por lo menos cuatro abortos”.

Y para qué les voy a contar respecto a Bruckner en España. La Octava la estrenó (sí, créanme, la estrenó) López Cobos en Madrid en 1978 (la Filarmónica de Viena la había estrenado en 1892), y con motivo de su estreno aún se leyeron cosas como esta: “Porque, no le demos vueltas: aunque estos pentagramas se traduzcan con todas las excelencias que queramos -y la queremos de muy buen grado reconocer y admirar en López Cobos- su hora y veinte minutos de duración siempre nos ha resultado excesiva. Porque la reiteración, el gigantismo y la divagación nos incomodan y sobresalen por encima del conmovedor mensaje de una rica temática…” (crítica de Antonio Iglesias en “Informaciones”, el 30 de octubre de 1978).

Todo lo anterior no ha sido obstáculo para que ambos vieran unidos sus músicas en algún programa (no hace mucho el mismísimo Thielemann en Salzburgo), para cólera e irritación de los brucknerianos que abominan de Brahms y de los brahmsianos que se horrorizan con Bruckner (que sigue habiendo de ambos), aunque para solaz de quienes decidimos hace tiempo que era muy sano disfrutar de ambos.

Lo que no habíamos tenido era un ejemplo de trasmutación. Es decir, no habíamos tenido un ejemplo de que Brahms quisiera ser Bruckner o viceversa. No lo habíamos tenido… hasta ahora. En estos días, coincidiendo (la tostada, ya saben, siempre cae del lado de la mantequilla encima de la alfombra) con la conferencia de este año de la International Conductors Guild, que se celebra en Valencia, se ha ofrecido un concierto por parte de la Orquesta de Valencia, dirigida por su titular, Alexander Liebreich, en el que se interpreta, como pueden ver en la foto que ilustra este artículo, la Sinfonía nº 7 WAB 107 de un cierto Johannes Brahms que, vaya por Dios, fue a nacer y morir los mismos años que cierto Anton Bruckner. Quizá fue una trasmutación abortada (Sir Thomas hubiera abogado por tal hipótesis, a buen seguro), porque abarcó todo… menos el nombre. En todo caso, nos quedamos, si tal no es el caso, con la intriga de saber qué pasó con las sinfonías 5 y 6 de Johannes Brahms-Bruckner, porque Johannes Brahms-Brahms, el de toda la vida, se quedó (sus detractores dirán que gracias a Dios), en la Cuarta. Esta Séptima de Brahms-Bruckner parece que corrió mejor suerte que la Octava de Bruckner-Bruckner, porque Hans von Benda la interpretó ya en 1949 con la orquesta levantina, mientras que, como hemos dicho, la Octava tuvo que esperar a López Cobos y casi treinta años más. Quizá algún crítico deslizó otra perla como esta: “Largos desarrollos, prolijidades; despliegue musical en el que parece haber de todo menos inventiva. Caminos de ida y vuelta; cólera del español sentado…” que mencionaba un sabroso editorial de Ritmo con ocasión de aquel tardío estreno de 1978, y con ello se le quitaron las ganas de volver a Bruckner a unos cuantos programadores. Incluso tal vez… ahora, siendo malévolo, alguien intentó disfrazarlo de Brahms… ¿O fue el mismo Brahms el que quiso ser Bruckner?

Von Benda (1888 -1972) ya no está entre nosotros para aclararnos si lo que dirigió fue la Séptima de Bruckner-Bruckner o el estreno mundial de la Séptima de Brahms mutado a Bruckner pero… de incógnito. Vaya lío.

Por cierto, en otro orden de cosas, supongo que ya lo sabrán, pero por si acaso: Afkham prorroga su contrato al frente de la OCNE hasta 2026. Una espléndida noticia (https://scherzo.es/david-afkham-prorrogar-su-contrato-con-la-ocne-hasta-septiembre-de-2026/).

Últimas colaboraciones en Scherzo:

https://scherzo.es/el-dia-que-reiner-y-bernstein-pudieron-haber-sido-asesinados/

https://scherzo.es/viena-concierto-de-ano-nuevo-la-tercera-a-medias/

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2 thoughts on “EL HOMBRE QUE QUISO SER BRUCKNER…

  1. Qué divertido!!
    Una Sinfonía Frankestein Brahms-Bruckner❗
    Genial tu artículo, Rafa.
    Una verdadera delicia leerte.
    Aguardando expectante tu siguiente libro.
    Un abrazo!!

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