Rafael Ortega Basagoiti

Tristán para el recuerdo por Bychkov en el Real

Madrid. Teatro Real. 29-IV-2023. R. Wagner: Tristán e Isolda, versión de concierto semiescenificada. Tristán: Andreas Schager, tenor. El Rey Marke: Franz-Josef Selig, bajo. Isolde: Catherine Foster, soprano. Kurwenal: Thomas Johannes Mayer, barítono. Melot: Neal Cooper, tenor. Brangäne: Ekaterina Gubanova, mezzo. Un pastor: Jorge Rodríguez-Norton, tenor. Un marinero: Alejandro del Cerro, tenor. Un timonel: David Lagares, barítono. Coro y Orquesta titulares del Teatro Real. Coordinación escénica: Justin Way. Director del coro: Andrés Máspero. Director musical: Semyon Bychkov.

Me decía Semyon Bychkov, en la entrevista cuya primera parte encontrará el lector en el primer enlace ofrecido al final de este artículo, que la música de Tristán e Isolda existe en una situación de conflicto continuo, que se abre ya desde el acorde disonante de la madera en el tercer compás, tras las primeras notas, serenas y misteriosas, de los violonchelos. Conflicto que no termina de resolverse, porque el último acorde, el que cierra la muerte de amor de Isolda, es en realidad casi una suspensión, más un interrogante que una respuesta. En medio, una cadena ininterrumpida de conflictos: pasiones, deseos, celos y recelos, rencores y, al fin, justamente lo que expresaba el maestro ruso: un conflicto tras otro, sin que se adivine la salida.

Señala Matabosch en su artículo del programa de mano que Wagner no pretendía, como intención de partida, revolucionar nada. Pero lo cierto es que esa cadena continua de conflictos le llevó a dibujar una música que, por su reiterado cromatismo, evoluciona tanto en la modulación de la tonalidad que… termina por resquebrajarla, casi como el que no quiere la cosa. Si el autor del Anillo pretendía una obra más ligera que la descomunal tetralogía que en aquel momento ocupaba su tiempo, no anduvo muy fino en la pretensión. Tristán es una partitura de dimensión colosal en lo orquestal y de devastadora exigencia para músicos, cantantes y batuta. Creo haber leído en su día que a un joven Karajan, en los cincuenta, tuvieron que llevarle exhausto al hospital tras dirigir una función de Tristán en Bayreuth. Teniendo en cuenta la larga duración, la exigencia de máxima concentración… y las temperaturas que el no ventilado Bayreuth se gasta en verano, lo que extraña es que alguno no haya terminado peor que todo eso. Música, en fin, de una intensidad emocional que exige también al oyente, que termina también más que exhausto por esa misma intensidad, esa tensión largamente mantenida que no conoce realmente el final, sino el ahogado desvanecimiento.

Había, con mucha razón, muchas ganas de escuchar este Tristán, principalmente porque lo último de Wagner que escuchamos de Bychkov en el Real fue un Parsifal extraordinariamente dirigido por el maestro en 2015. Lo que nos ha llegado después del compositor de Tannhäuser por parte del Real ha sido un Holandés errante y un Anillo que ni en lo escénico ni en lo musical merecen sino un tupido velo. Hay que remontarse más atrás, a 2008, para recordar en el coliseo madrileño el Tristán de López-Cobos con Waltraud Meier de protagonista, pero, sobre todo, aún antes, al inolvidable de Barenboim, con la Staatskapelle berlinesa, en 2000, en una de las noches más impactantes que el firmante ha vivido allí.

La decisión de hacerlo ahora en versión semiescenificada casi se agradece. Vista la antología de despropósitos que invade la escena operística en estos tiempos (y que también empañó el precitado Parsifal de 2015), un movimiento escénico limitado pero suficiente, que evita el exceso de hieratismo estático pero también las ocurrencias del delirante escenógrafo de turno, es de agradecer. Un “concentrémonos en la música” muy deseable, sobre todo cuando la música es tan espléndida. Y más cuando está tan bien servida como ayer.

Comulgo esencialmente con mi estimado colega y amigo Miguel Ángel González Barrio en su reseña para Scherzo (enlace al final de este artículo), aunque quizá en esta segunda función (su comentario se refiere al estreno del día 25) el movimiento escénico de Foster, que él calificaba de torpe, haya tenido ocasión de fluir algo más. A mí, como a él, me pareció una magnífica cantante e intérprete, y su movimiento (limitado en todo caso) en escena me pareció plausible. El mérito de Foster, venida de urgencia a sustituir a la prevista Ingela Brimberg, es grandísimo, porque afrontar, con esta solidez, sin apenas ensayar, una ópera como esta, y conseguir esos resultados… sombrerazo. Segura, matizada, intensa, de contagiosa emoción, su Isolda fue de poner los pelos de punta.

Otro tanto puede decirse de Schager, que tiene un instrumento de sobresaliente presencia y es además artista de una entrega absoluta, de las que llega a dejar al espectador también cansado de tanta intensidad. Su larguísimo dúo con Isolda en el segundo acto (uno se maravilla de la resistencia física que hay que tener para soportarlo sin quiebra) fue magnífico, y por ello se disculpa algún momento de entonación no perfecta de altura, más quizá por el cansancio que por la capacidad, porque de esta hizo gala el austríaco sobradamente a lo largo de toda la función. Ambos, como también Mayer, cuyo Kurwenal tenía mejor presencia que redonda emisión, culminaron un tercer acto magnífico, demoledor. Soberbia, de principio a fin, la Brangäne de Gubarova, imponente en su dramatismo y oscuridad, de enorme presencia dramática. La tuvo también Selig, que compuso un impresionante Rey Marke. Cumplidores los comprimarios.

Como era de esperar, la dirección de Bychkov, sin batuta en ciertos momentos (preludios de los actos primero y tercero) fue extraordinaria. Se ha dicho por algún colega que prestó poca atención a la arquitectura. No puedo estar más en desacuerdo. Más bien al contrario, el maestro ruso acertó a modelar con precisión esa arquitectura, ese arco de conflicto continuo que crece hasta alcanzar su culminación en ese acto final tremendo. Sacó petróleo de una Sinfónica que nos recordó, como hiciera hace ocho años en el precitado Parsifal, lo bien que puede sonar en Wagner. Exquisita sonoridad, fundamentalmente de la madera (magníficos clarinete bajo y corno inglés) pero también de muchos momentos de la cuerda. Gran poderío e intensidad, pero cuidadísimo atemperamiento de la potencia, siempre justa, nunca estridente. Y atentísima cobertura a los cantantes, cuyas entradas no solo anticipaba e indicaba, sino hasta vocalizaba. Puede que en esa atención a los cantantes, a su fiato y su elección de respirar, de la que también me habló en la charla (la parte que aún no ha sido publicada, lo será dentro de un tiempo, dado que el maestro retorna el año que viene con la Filarmónica Checa para ofrecer algunas de las últimas sinfonías de Dvorák), resida el secreto de un tempo que, contrariamente a su tendencia habitual (que no es a los tempi rápidos) presidió la muerte de Isolda. Impecablemente diseñada, desde luego, y maravillosamente desvanecida, pero en la que el que suscribe hubiera agradecido algo más de morosidad para recrear el éxtasis, singularísimo, que la ensanchada lentitud de Bernstein en su interpretación bávara consiguió.

Éxito grandísimo y merecidísimo, con todos, empezando por Bychkov, real y comprensiblemente exhaustos al final. Un Tristán, sin duda, para el recuerdo. Y un deseo para los mandamases del Real: que el maestro no tarde ocho años en volver. Con Wagner, con Strauss… pero que vuelva pronto.

Entrevista con Semyon Bychkov y Críticas de Tristán e Isolda en los medios generalistas y especializados:

https://scherzo.es/semyon-bychkov-la-musica-de-tristan-e-isolda-existe-en-un-estado-de-conflicto-continuo/

https://scherzo.es/madrid-tristan-e-isolda-en-el-teatro-real-prima-la-musica/

https://www.codalario.com/tristan-e-isolda/criticas/critica-tristan-e-isolda-en-el-teatro-real_12296_5_39133_0_1_in.html

https://www.larazon.es/cultura/wagner-punto_20230428644b45c62a35640001e7f3eb.html

https://elpais.com/cultura/2023-04-26/la-apariencia-sin-esencia-de-tristan-e-isolda-en-el-teatro-real.html

https://www.abc.es/cultura/musica/real-pierde-batalla-tristan-20230426021406-nt.html

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One thought on “Tristán para el recuerdo por Bychkov en el Real

  1. Espléndida reseña, como siempre y una magnífica entrevista, muy interesante, (espero conocer la segunda parte).
    Una genialidad sin parangón plasmar el perfil psicológico de los protagonistas a través de la partitura, el cromatismo sin resolución, sin conducir hacia ningún lado, fuera de la zona de confort. Es una maravilla la clarividencia de Wagner, su descripción continua y su anticipación a lo que está ocurriendo y al fatal desenlace. Es una de mis óperas favoritas precisamente por ese plus. El abismo que se abre entre Tristán e Isolda, la diferencia entre amar y amor/pasión que conduce irremediablemente a un trágico final.

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