Sonata para piano nº 31 en La bemol mayor Op. 110.
- Moderato cantabile molto espressivo
- Allegro molto
- Adagio ma non troppo – recitativo: più adagio – andante – adagio – Adagio ma non troppo (arioso dolente)
- Fuga – Allegro ma non troppo – L´istesso tempo di arioso – L´istesso tempo della fuga. Pois a poi di nuovo vivente – Meno allegro – Tempo I –
Las tres últimas de la genial colección de treinta y dos sonatas para piano de Beethoven, compuestas entre 1820 y 1822, pertenecen al gran periodo creador de la Missa solemnis y la Novena Sinfonía (aunque ésta será completada un año más tarde), y constituyen la culminación del que es sin duda uno de los grandes hitos del repertorio pianístico de toda la historia. En ellas escapa el compositor a las pautas más tradicionales, llevando la sonata a una libertad y riqueza formal y conceptual que se alejan ya notablemente de los modelos de Haydn y Mozart hasta entonces en vigor, y que habría de evolucionar poco desde entonces. Compuesta en 1821, Beethoven nos lleva en la op. 110 desde la expectante interrogación del primer movimiento al climax final a través de una magistral transición. El primer movimiento se plantea como una pregunta serena, algo escéptica, muy propia de sus últimas obras. “Música de expectación” como se la ha calificado. En sus compases iniciales encontramos un motivo sencillo, marcado por Beethoven “con amabilitá”, que incluye parte de la secuencia que constituirá el motivo fundamental de la fuga final, en un juego de anticipación temática que Beethoven ofrece en otras obras postreras, como la Novena Sinfonía. El Allegro molto subsiguiente juega el papel de scherzo, con un humor contundente, alusión a dos canciones populares en la sección principal y abundancia de contrastes rítmicos en la central. El enigmático, oscuro episodio recitativo inicial que abre el tercer movimiento, sirve de preludio al intenso dolor desplegado en el arioso dolente, una música desgarrada y estremecedora, carácter que aparece con cierta repetición en este Beethoven crepuscular. El inicio de la colosal fuga parece en principio una dolorosa prolongación del arioso. Éste retorna, bien que con un dibujo rítmico algo más vivo (aunque compás y tempo se mantienen), sugiriendo un clima más anhelante, para ceder finalmente a la mayor luminosidad que trae la inversión de la fuga, marcada por Beethoven poi a poi di nuovo vivente (retornando poco a poco a la vida). Un irresistible y enfebrecido impulso vital marca el final de la obra, acentuado por el diseño de progresiva disminución, hasta alcanzar un final rotundamente afirmativo y brillante. La magistral construcción de esta sonata da, en cierto modo, la razón a la calificación de D´Indy de “expresión musical de su propia vida”, en tanto que parece, en efecto, todo un recorrido, desde la inicial interrogación a la animación, desde el dolor, la duda, el titubeo, a la rotunda afirmación final. Les dejo aquí esa interrogación inicial que intriga e invita a más: el primer movimiento de la Sonata en la magistral interpretación de Daniel Barenboim.
Enlace: https://www.youtube.com/watch?v=uzIZu0JoT2E