Rafael Ortega Basagoiti

Crisis de público: ¿Solo conservadurismo programador?

Un artículo reciente (El País, https://elpais.com/cultura/2018/07/22/actualidad/1532252915_160718.html) menciona el concienzudo estudio de Miguel Ángel Marín (puede leerse el original en inglés “Challenging the Listener: How to Change Trends in Classical Music Programming” en este enlace http://resonancias.uc.cl/es/) sobre el asunto de los hábitos conservadores del público y los programadores, al hilo de la crisis galopante de público (en España una caída de más del 22% entre los años 2006 y 2015) que asiste a los conciertos. Marín, experto de la Universidad de la Rioja y Director de Programación de la Fundación March (que, conviene recordarlo, ofrece cosas extraordinarias en sus ciclos), destaca el conservadurismo de los programadores, tras un examen a gran escala de la base de datos de Bachtrack (www.bachtrack.com). Los números en que se basa el análisis son, desde luego, importantes: más de 4700 conciertos registrados entre 2010 y 2015 celebrados en 283 ciudades de distintos países. Pero, como el mismo Marín señala, Bachtrack tampoco es una base de datos “académica”, sino una suerte de repositorio de información que tiene unos sesgos indudables (destacados por el propio autor del estudio), lo que hace que las conclusiones haya que tomarlas con cierta cautela. No es el menor el hecho de que el 31% de los conciertos registrados pertenecen a Londres, y que el 22% de las ciudades aglutina casi el 72% de los conciertos, con un predominio abrumador del público anglosajón. Dicho todo ello, y si bien es cierto que el descenso de público en España antes señalado es alarmante, creo que hay otros ingredientes que no dependen del conservadurismo del programador de turno. Para empezar, veamos el ranking de compositores. Destaca Marín la “lista dorada” de compositores estrella, que, en orden de mayor a menor número de interpretaciones en los conciertos, es la siguiente (enumero solo los diez primeros): Beethoven, Mozart, Bach, Brahms, Schubert, Debussy, Ravel, Tchaikovsky, Shostakovich y Rachmaninov. Hay algunas curiosidades que pueden explicarse por el sesgo anglosajón mencionado (por ejemplo que Britten esté por encima de Haydn, Dvorak o Wagner), pero otras revelan unas sorprendentes coincidencias con datos de procedencia bien diferente, de esas que le hacen a uno preguntarse: ¿son los programadores los únicos conservadores? ¿es en realidad la crisis de público un problema de conservadurismo programador? Personalmente no lo creo, aun sin desmentir que tal conservadurismo es indiscutible. Una encuesta (cierto que tampoco “científica” en el sentido metodológico del término, pero igualmente significativa) llevada a cabo por José Miguel Barberá Soler (https://compositorespredilectos.wordpress.com/2017/09/01/primera-entrada-del-blog/) con más de 2800 participantes (el que suscribe entre ellos) demuestra que los compositores predilectos de los músicos profesionales o personas muy vinculadas al mundo musical resultan extraordinariamente coincidentes con la lista apuntada. El póker en este caso está formado por Bach, Mozart, Beethoven, Brahms y Mahler (se pedía escoger los cinco favoritos). Me podrán decir que esto no es nada sorprendente y tienen, sin la menor duda, razón. No puede sorprender que los mejores aparezcan en los lugares más destacados. Pero no deja de ser un ingrediente para la reflexión que, por ejemplo, Pierre Boulez aparezca solo en 20 menciones frente a las más de 1400 de Bach o las más de 1000 de Mozart (insisto en que los participantes no son lo que podríamos llamar “público estándar”). ¿Extraña que en conciertos exclusivos de música contemporánea no haya grandes asistencias? Personalmente, tampoco lo creo, porque, escuchando a más de un asistente (y a más de un músico profesional también) algunas estéticas contemporáneas resultan, digamos, menos inmediatamente atractivas. Por supuesto el programador tiene su parte en el asunto, pero gente como Marín en la March o Antonio Moral en el CNDM han demostrado que pueden llenar las salas programando con imaginación. Por cierto, uno de los ciclos de más éxito en el CNDM se llama Universo Barroco, o sea, algo que no es precisamente de anteayer. Pero es indudable que hay otros ingredientes, y Alfonso Aijón, que de esto sabe latín, lo apuntaba como comentario en el artículo citado de El País: la educación. Mientras la música siga ausente de las aulas será muy difícil, por no decir que imposible, que el público se renueve. Si eso no se corrige, los programadores podrán hacer el pino puente, los artistas dejar el frac y llevar indumentaria fashion… lo que ustedes quieran, pero no se llevará público nuevo a las salas sin resolver el problema descomunal de ignorancia y falta de educación musical.

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