Rafael Ortega Basagoiti

El momento

A principio de mes me desahogaba yo en mi muro del caralibro comentando con hastío que lo único que parece importar en estos días es el relato. No importa la realidad. No importan los datos. No importan las cifras. No importa la evidencia. Importa solo el relato. Construido, como también dije en su día, con medias verdades y mentiras enteras, y sobre todo con una estomagante sobredosis de apariencia y postureo. No deja de sorprenderme el adormecido borreguismo de esta sociedad que asiste impasible, en estado de anestesia intelectual permanente, a que quienes la lideran se burlen de ella en sus narices sin que se aprecie absolutamente ninguna reacción.En esta situación cabe, como decía el castizo, cortarse las venas o dejárselas largas. Yo suelo preferir lo segundo porque duele menos y es más limpio. Y dado que la cosa que conduce al dilema tiene mal remedio, si en su análisis de paso puedo intentar poner algo de humor, al menos la venosa melena resultante de omitir la resección vascular conseguirá que alguien sonría. Así que, rememorando a Tip y Coll, en su memorable episodio de cómo llenar un vaso de agua traducido por el primero a un descacharrante francés, regardé la gilipolluá.

Una de las cosas que pasan en estos tiempos de pandemia es que “hay que transmitir seguridad”. Que la gente se sienta segura. Y lo importante vuelve a ser el relato, no cómo conseguir una seguridad real. Llegan, en ese contexto, los momentos mascarilla. La mascarilla ha sido en estos meses como la parrala, ya saben: Que sí, que sí, que sí, que sí, que a La Parrala le gusta el vino. Que no, que no, que no, que no, ni el aguardiente ni el marrasquino. Pues eso.

Mascarilla sí, mascarilla no, mascarilla tal vez, mascarilla depende, mascarilla según y cómo, mascarilla si la hay, mascarilla si se puede, mascarilla quita y pon, mascarilla con Simón. Porque como estamos en el relato y en el postureo, esto es como lo de la guía del INAEM. Si se puede, se aplica, y si no, pues no. ¿Pasa algo? No hombre, qué va a pasar. No pasa nada. Oiga, pero entonces, ¿para qué sirve la mascarilla? Pues para qué va a servir, alma de cántaro, para hacer ver que hacemos cosas para no pase nada. ¿¿¿Mandeeee??? Que si, que eso, que tu si la tienes te la pones, si te pica te la quitas, y si no recurres a los momentos. ¿Que qué son los momentos? Pues eso que está tan de moda. Verán.

Está el momento mascarilla para los instrumentistas de viento, y supongo que también para los cantantes. Son esas que tienen un agujero bucal, por donde el virus, si lo tiene el portador de la mascarilla con agujero, sale viento en popa, a carcajada limpia, tal como comentaba en mi última bitácora para Scherzo (https://scherzo.es/reentree-news-1-imitar-a-los-cangrejos/). La mascarilla con agujero es un momentazo, y podría tener hasta su propio eslogan, que desde aquí cedo con gusto al negociante jeta que las comercializa: las mascarillas con agujero sirven el virus al mundo entero.

Luego están las situaciones que se engloban bajo el epígrafe colocación de la mascarilla, que están proporcionando momentos inolvidables.  Ayer mismo vi una transmisión (no diré de dónde por aquello de la discreción) en la que el empleo de mascarillas parecía voluntario entre quienes podían portarla (los instrumentistas de cuerda, por ejemplo). Unos la llevaban, otros no. Los de viento, naturalmente no. Se ve que lo del agujero parecía demasiado. El despiporre ya era evidente entre los que sí la llevaban y los que no, pero en medio del desbarajuste identifiqué un momento verdaderamente memorable: el momento mascarilla en la oreja, retratado en la instantánea que tomé de la transmisión y que encabeza el artículo. Otro eslogan para la galería: la mascarilla en la oreja sirve el virus en bandeja. No me digan que no es un momentazo. Y tocar el violín con la mascarilla de pendiente mola un montón.

Pero hay más. Porque también la llevaba el coro, situados sus miembros con sorprendente proximidad (¿se sentían más seguros porque llevaban mascarilla?), separados del resto por mamparas de metacrilato. La cosa parecía guardar una insólita uniformidad hasta que uno de los miembros decidió que ya estaba bien, y que era hora del momento barbilla. Ya saben, mascarilla en la barbilla sienta de maravilla, aunque no se esté en Sevilla. No detecté ningún caso, aunque por la calle se ven muchos, de momento mascarilla en papada, ay qué cucada.

Y eso que no hubo ese otro momento, que aparece en la otra instantánea de la cabecera, que es el momento codo. Para el virus del beodo, la mascarilla en el codo. No me digan que no es otro momento memorable.

Y así, con momentos memorables, todos tan contentos y segurísimos, tras haber asistido a una lección magistral de cómo no tomar las medidas adecuadas de seguridad. Para eso, si nos ponemos serios, francamente es mejor declararse del centro de Bilbao, virus a mí, y guardar todas las mascarillas en el cajón. ¿Ah, que eso no ayuda al relato? Pues es verdad, con tanto momento inolvidable se me había olvidado que el relato es lo verdaderamente importante. Así que nada, quedémonos con el embustero relato lleno de estos grandes momentos. La mascarilla, un invento que maravilla. El virus se debe estar partiendo de la risa. Llegado este punto creo que hay que promocionar otro producto. Ya lo hacía Fernando Esteso. Coñac La Parra, el que lo bebe, la agarra.

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6 thoughts on “El momento

  1. Gracias, Rafael, a pesar de la gravísima situación y el desmadre colectivo, lo he pasado pipa pipa con el RELATO y en cuanto a las rimas…esas ya ¡son de diez! Un gran abrazo. Maria W.

  2. Magnifica parodia de maneras de evitar la trasmision de este virus RNA por el efecto de batrera adecuada. Otros virus DNA tambien, pero no vienen al caso. Este virus, como otros RNA ( Corona,, Retro y Pox), tiene 3 caracteristicas (muta, viene de reservorio animal donde se oculta, y no hay vacunas adecuadas), que hacen que medidas preventivas basicas sean basicas porque este se transmite por via respiratoria a musicos y aficionados (en este orden porque se puede vivir sin musica, pero es mas duro y poco interesante). Dios, musicos y aficionados te oigan, diga lo que diga el pseudo-discurso tranquilizador. Gracias Rafa por tus clarificadoras y acertadas rimas. Un abrazo

  3. Perdon, Myxo, que no Pox ( DNA). La edad y el estar jubilado hace que me lie por estar dedicado a oir musica, leer y seguirte en enfumayor, pero no a la petanca. Reitero el abrazo

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