Rafael Ortega Basagoiti

De la Faz Granítica y la Opción Legumbre

Cuando Don Clodomiro Destino de la Malasuerte, probo empleado público, decidió unir sus días a los de Doña Sinclética Funesto y Más, la desgraciada descendencia quedó condenada de manera inexorable a un porvenir que se adivinaba de negro infortunio. Apellidarse Destino Funesto de la Malasuerte y Más no anticipaba nada bueno. Solo quedaba completar el siniestro panorama con un nombre que resonara adecuadamente con tan tenebrosos apellidos.

Pero Don Clodomiro y Doña Sinclética eran ellos mismos buenos ejemplos de ello, de manera que no les costó mucho, cuando Doña Sinclética quedó encinta, decidir que la primogénita se llamara Transverberación. De esa guisa, la pequeña Transverberación Destino Funesto de la Malasuerte y Más, después de nacer, como no podía ser de otra manera, casi de milagro, quedaba dirigida, para la madurez de su trayectoria vital, para vestir santos, como dicen los clásicos, porque las posibilidades de ligar con semejante carta de presentación parecían más bien limitadas.

Creció Transverberación, en previsible soltería, como mujer cultivada y conspicua melómana, porque lo eran también sus progenitores, y con el tiempo se abonó a todo lo abonable en materia musical, incluido el teatro de ópera de la capital, que en los últimos años era objeto de una discutida gestión, a la cabeza de la cual se situaba Don Crisógono de la Faz Pétrea, Marqués de Carabás y Conde de Culovienes.

En estas, un virus llegó de la China con infaustas intenciones. Causó decenas de miles de muertos en el país, enormes dolores y catastróficas consecuencias económicas. Los espectáculos teatrales y musicales sufrieron primero el cierre y luego severas limitaciones de aforo. En España, se abrió la mano bastante respecto a otros países, y en la capital, concretamente, se autorizó a los teatros a cubrir hasta dos tercios del aforo.

Aunque en números redondos eso se resumía en dos localidades libres por cada una ocupada, no costaba mucho imaginar que había que discurrir algo para posibilitar la asistencia de espectadores solitarios o convivientes en número impar. Porque de lo contrario, solitarios e impares quedaban condenados a no poder asistir o a juntarse con un no conviviente en un ambiente cerrado y, en el caso de la ópera, durante largos periodos de tiempo, lo que resultaba abiertamente desaconsejable en términos de evitar la expansión viral.

Pero claro, ocuparse de solitarios e impares, requería pensar y diseñar, reservar un cierto número de localidades para tal fin, etc. O sea, trabajar. Currárselo un poquito. Y tal vez sacrificar algo del aforo permitido por aquello de cuidar al abonado. Y el equipo del Sr. De la Faz Pétrea no estaba por la labor. El Sr. de la Faz estaba acostumbrado a dar gato por liebre, de manera que ahora era cuestión de dejar a un lado el gato y la liebre y diseñar una alternativa. Por ejemplo, la opción lentejas, o las tomas, o las dejas. Denominaría al asunto «Opción Legumbre», que quedaba más fino.

Había que recaudar, así que… todo por la pasta. De suerte que no contentos los hados con haber fastidiado (con jota) a doña Transverberación con un nombre imposible seguido de una combinación de apellidos de inalcanzable perversidad, que despertaba tal guasa que la pobre estaba ya abonada también al Prozac, decidieron confabularse con el Sr. de la Faz Pétrea para jorobarle (con jota, naturalmente) su afición a la lírica a base de la Opción Legumbre.

Recibió así Doña Transverberación una llamada de un empleado del Servicio de Atención al Cliente que el Marqués había puesto en marcha. Lo de «Atención al Cliente» era un eufemismo, que escondía lo que en realidad era un eficiente reparto de “Obleas al cliente, que pase el siguiente”,  a base de la rápida administración de la «Opción legumbre». El empleado encargado de repartir la oblea en cuestión anunció a doña Transverberación, con mucha amabilidad, que su localidad había sido anulada y que le ofrecía gentilmente a cambio la opción legumbre. Podía aceptar unirse (en el teatro, entiéndase; absténgase mal pensados proclives a la promiscuidad), con una persona no conviviente, o, si no le molaba el asunto, cancelar el abono que tenía desde hace años, momento en el cual le devolverían, faltaría más, el dinero.

Sí, son lentejas, o las tomas, o las dejas. Por eso la llamamos la opción legumbre. Sí, ya sabemos que no quiere usted renunciar al abono. Sí, también comprendemos que igual no se siente cómoda con las lentejas. Siempre le cabe seguir con el abono y no venir. El servicio de recaudación del Sr. de la Faz Pétrea le quedaría muy reconocido. Sí, también entendemos que las lentejas dan meteorismo y que ventosear en la ópera queda muy feo. Ya, pero es que como esto es un dos por uno, pues si viene usted sola, el dos lo ponemos nosotros, a dedo. Es lo que hay. Ya sabe, las lentejas y todo lo que conllevan.

Quejose en vano Doña Transverberación, diciendo que ella tenía sus derechos y tal y tal, lo que por otra parte era una verdad catedralicia. Inútil. El equipo del Marqués, personaje experto en pasarse por el arco del triunfo los intereses de sus espectadores, no estaba por la labor de discurrir un plan y había decidido que los asistentes en número impar, 1, 3, 5 o los que fueran, quedaban indefectiblemente condenados a la elección de las legumbres. Atrás quedaba aquello de «trece, catorce, quince, dieciséis, todos iguales para mí seréis» que decía don Mendo. De iguales, nasti, monasti. Se ve que alguien en el equipo del Sr. de la Faz Pétrea tenía manía a los impares, o tal vez tenía cierta vocación de alcahueta y quería desfacer soledades o solterías entre los espectadores solitarios.

Pensó en tal coyuntura doña Transverberación, muy consciente de sus limitadas posibilidades en el terreno sentimental teniendo en cuenta que lo primero que hacía la gente cuando conocía su nombre y apellidos era, muy comprensiblemente, partirse de la risa, momento en el que ella se dirigía presta a tomar su siguiente Prozac. Empero, llegó a la conclusión, cuando contrastó su situación con conocidos que también eran espectadores impares o solitarios, pero portaban nombres y apellidos por completo comunes, de que la decisión del equipo que dirigía el Sr. De la Faz Pétrea no obedecía a loables propósitos facilitadores de emparejamiento, sino a una razón mucho más prosaica: la vagancia. Y a otra muy crematística: la pasta.

Era más cómodo distribuir el aforo de esta forma y la cosa quedaba así. Los asistentes pares, tan contentos ellos. Y los impares, tenían dos alternativas: la elección de las legumbres o recibir, con los mejores saludos del marqués, la píldora de moda entre quienes se especializaban en fastidiar al personal con jota: Keledén 500 forte, también disponible, por si se ponían rebeldes, en presentación de supositorio.

Y colorín colorado, doña Transverberación Destino Funesto de la Malasuerte y Más vio así confirmadas las negras perspectivas que apuntaban sus apellidos, y frustradas sus ilusiones líricas, mientras el Marqués le daba vueltas a cambiar su segundo apellido. Estaba considerando seriamente llamarse Don Crisógono de la Faz Granítica. Y se encontraba el hombre tan encantado de sí mismo que igual solicitaba el Ducado de la Caradura y el Desahogo. Pensándolo bien: Don Crisógono de la Faz Granítica, Duque de la Caradura y el Desahogo, Marqués de Carabás y Conde de Culovienes. Quedaba que te mueres. Y además, qué demonio, era merecidísimo. Después de todo, la opción legumbre era un invento extraordinario. Habría que patentarlo. Ya estaba tardando. Lo haría.

Compartir

7 thoughts on “De la Faz Granítica y la Opción Legumbre

  1. Es tan genial y tan acertado que no tengo palabras. Lo tuyo es como lo de Valle Inclán, esperpéntico. No tengo palabras para expresar lo bueno que es tu texto, lo divertido y al mismo tiempo real y duro.

  2. O que te metas con alguien.. es lo que me pasa a mí. No es la guasa, es el mundo en el que nos movemos. Nadie quiere salir en la foto.

  3. Acertadísimo, y falta el último detalle. Si te niegas a renunciar al abono, te «reubican» por su cuenta, y sin tu conocimiento ni consentimiento, a una localidad de pie y sin visibilidad, para por supuesto, revender tu localidad, pues cuando renuncias a ésa reubicación dicen que no se puede revertir, «por seguridad».

  4. Lo que pasa en el Real visto por tu afilada y acertada pluma y que también he leído por algunas personas en las RR.SS. es para mear y no echar gota, que probablemente es lo que les pasa a estos personajillos del tres al cuarto y que por desgracia tienen poder

    1. Así es. Ya has visto mi comentario después de múltiples mails. Te cambio a una entrada de pie y sin visibilidad y te aguantas porque es fuerza mayor, y no te devuelvo a tu entrada original porque es inviable por seguridad (¿pero hasta ahora no lo era? porque llevo más de 20 años con el abono, y sabían que es individual cuando distribuyeron el aforo). Lo que pasa es que revenderán mi localidad y tengo intención de ir a comprobarlo.

Responder a Tomás Payés Cabezas Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.