Rafael Ortega Basagoiti

Nabucco en verde, con un gran coro y una (inesperada) y solvente protagonista

Madrid. Teatro Real. 16-VII-2022. Verdi: Nabucco (tercer reparto). Nabucco: Gabriele Vivviani. Ismaele: Eduardo Aladrén. Zaccaria: Roberto Tagliavini. Abigaille: Ewa Plonka. Fenena: Aya Wakizono. El gran sacerdote: Felipe Bou. Abdallo: Fabián Lara. Anna: Maribel Ortega. Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real. Director: Sergio Alapont. Director de escena: Andreas Homoki.

Todavía resuenan en algunos foros los ecos del anunciado nombramiento del valenciano Gustavo Gimeno (1976) como director musical del Teatro Real a partir de 2025, momento en que finalizará la titularidad del actual responsable, Ivor Bolton. Desde estas líneas he expresado con contundencia que, pese a su abultado curriculum, Ivor Bolton es un director sobrevalorado y lo que servidor le ha visto en el Teatro Real se ha movido, en el mejor de los casos, en niveles de gris corrección, y en el peor, en aportaciones de visible tosquedad.

En esos foros mencionados al principio, se ha criticado el nombramiento de Gimeno por considerar que su recorrido operístico es hasta el momento limitado (lo que es cierto) y que parece que la razón principal de su nombramiento es que “es español”. Sin embargo, la única aparición de Gimeno en el Real hasta ahora, su dirección de El Ángel de Fuego de Prokofiev, fue sencillamente magistral, como registré en su día en la reseña para Scherzo. Y he comentado, y sostengo, que la orquesta no había sonado así desde el Parsifal wagneriano que Bychkov dirigió hace seis años. Por resumirlo en una frase: una sola obra dirigida por Gimeno ha traído más y mejor prestación orquestal que los once años que llevamos con Bolton.

Ayer, por desgracia, no estaba Gimeno, ni tampoco Luisotti (que dirige todas las funciones de Nabucco menos tres), ahora nombrado “director emérito”, una decisión sorprendente del Real que pareciera estar poco menos que jubilando a Luisotti, cuando más bien le está asignando un papel honorífico destacado (y relevante, por cuanto se anuncia una presencia suya significativa en el futuro).

Nabucco, primer éxito importante de un Verdi treintañero, músico siempre apasionante pero aquí aún lejos de las sutilezas que alcanzaría en sus óperas de madurez. Cosedor de hermosas y directas melodías, de las que llegan con facilidad al oyente, sabio constructor de bellísimos coros (aquí un protagonista esencial), y quizá un orquestador donde hay, en muchos momentos, demasiada dosis de platillos y flautín. Pero no nos engañemos, la música es de una gran belleza… y de una enorme demanda. No es fácil la prestación orquestal, particularmente exigida en ritmos en los que es necesaria una precisión exquisita en el ataque conjunto (ya desde el preludio). Y en lo vocal, el papel de Abigaille, plagado de extensiones amplísimas, saltos inhumanos y coloratura generosa, es como para que la Strepponi, que estrenó el papel y sería su gran compañera sentimental, se hubiera acordado de todos los antepasados de Verdi.

El Teatro Real, cuyo departamento de comunicación funciona de manera tan extraordinaria en tantas cosas, comunicó ayer “de aquella manera” dos cambios en el reparto, uno de ellos precisamente en el papel protagonista. Tagliavini, cuya actuación ayer no estaba prevista, aunque sí en otras fechas, se puso en la piel de Zaccaría nuevamente. Y Abigaille… no fue ninguna de las tres sopranos previstas: ni Anna Pirozi, ni Saioa Hernández, ni Oksana Dyka. Fue la polaca Ewa Plonka (Prudnik, 1982), formada en su país y en Estados Unidos, y graduada de la Juilliard en 2016, la encargada de asumir este papelón que exige una soprano dramática con agilidad suficiente para lidiar con la precitada coloratura.

El Real no comunicó estos cambios ni en la megafonía ni en un inserto en el programa. Solo un escueto letrero en las pantallas interiores del teatro, que posiblemente incluso pasara inadvertido para más de un espectador. De Tagliavini, previsto en otras funciones, al menos se disponía del curriculum. De Plonka, ni eso. Francamente, no me parece de recibo. Digamos inmediatamente, sin embargo, que la Plonka salió bien airosa del reto, lo que es todo un elogio. Manejó bien la coloratura, cantó con sensibilidad, atacó los saltos con seguridad y emitió con decisión y ajuste los extremos (endemoniados) de la tesitura, dibujando con acierto la que, en definitiva, hasta el final, es la mala de la película. Se anuncian próximos debuts en la Royal Opera (Tannhäuser) y en la Staatsoper Unter den Linden (Don Carlo), y francamente, no me extraña.

Correcto el protagonista de Viviani, sin más. Nada inolvidable en su prestación, pero vocalmente suficiente y teatralmente convincente. Tagliavini dibujó un Zaccaria también correcto pero muy apurado en los graves, y la mezzo japonesa Wakizono cantó con estupendo gusto, aunque no sobrada de volumen, su retrato de Fenena, especialmente en el tramo final de la obra. Correcto en extensión y volumen, aunque tal vez algo forzado de emisión, el Ismaele de Aladrén.

Se dijo que el coro es especialmente importante en Nabucco. Lo fue la magnífica contribución del coro del Real ayer, desde las primeras prestaciones hasta el famosísimo Va pensiero. Que este iba a ser bisado lo sabían hasta los policías de guardia de la última prisión de Nueva Zelanda (expresión que probablemente hubiera utilizado mi querido y añorado José Luis Pérez de Arteaga), porque lo ha sido en todas las funciones… y porque ya se encargaba el Real de asegurar que así fuera (la cosa estaba tan “cocinada” que la nota de prensa del primer bis aterrizó en nuestros buzones cuando la función del estreno casi no había finalizado).

No entraré en un largo y cansino debate sobre el tema de los bises, aunque estoy con muchos aficionados en que se ha pasado de premiar algo realmente histórico por excepcional a celebrar interpretaciones sobresalientes, de las que hay bastantes. Pero el bis en una ópera es algo artificial (como los aplausos incontenidos del público tras cada aria o coro bien cantado) que interrumpe la acción teatral y rompe la concentración. Como algo artificial, debía ser algo excepcional. Y ha dejado de serlo.

Lo de los aplausos… ayer añoré a Wagner y a Richard Strauss, no porque no me gustara la música de Verdi, que me encanta, sino porque la de los citados… no permite esa incontinencia de ovaciones que ya resulta cansina. Tanto que las dos horas y treinta y cinco minutos se fueron hasta casi las dos horas cincuenta por razón de tanto aplauso DURANTE la obra. Francamente, me parece un despropósito.

La orquesta, por su parte, sonó con general corrección, aunque la dirección de Alapont, casi siempre concertada con ajuste, experimentó algún que otro ataque no especialmente empastado (algunos staccati quedaron así desdibujados) y esporádicas aceleraciones de eso que los ingleses reprochan a menudo con la expresión “do not get faster when louder”, o sea, no eche a correr cuando la música entra en un crescendo. Trazo, en muchos momentos, un tanto grueso.

Lo de la escena, en fin, más de lo mismo. Todo dominado por un verde veteado que parecía evocar alguna piedra (¿malaquita?) en un enorme panel móvil que pretendía funcionar tal vez como divisor de esclavos y babilonios, o de su trasunto en el momento del estreno, italianos y austriacos. En la línea de sosa, aburrida y austera sobriedad que vale para cualquier cosa, o casi. El vestuario decimonónico, inexplicable. Nabucco, con indumentaria militar de república bananera, un pegote. El coro de babilonios con vestuario variable que por momentos incluía uniformes que no se sabía si eran militares, bedeles de planta o acomodadores de teatro. Y el movimiento escénico, generalmente absurdo. Eso del coro echando a correr en determinados pasajes y parándose en seco después cuando se paraba, para reanudar veloz carrera cuando se recuperaba la música, volviéndose a parar de nuevo con la nueva interrupción. Parecía de dibujos animados. En fin, fea de consideración.

Un Nabucco, pues, en el que la mejor noticia vino de la mano del coro, seguido por la inesperada pero muy solvente protagonista. Será hasta la temporada que viene.

 

Compartir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.