Rafael Ortega Basagoiti

Arabella: Nunca es tarde…

Madrid. Teatro Real. 9-II-2023. R. Strauss: Arabella, comedia lírica en tres actos op. 79. Libreto de Hugo von Hoffmannsthal. Estrenada en Dresde el 1-VII-1933. Estreno en el Teatro Real. Arabella: Jacquelyn Wagner. Zdenka: Sarah Defrise. Conde Waldner: Martin Winkler. Adelaide: Anne Sofie von Otter. Mandryka: Josef Wagner. Matteo: Matthew Newlin. Conde Elemer: Dean Power. Conde Dominik: Roger Smeets. Conde Lamoral: Tyler Zimmerman. La fiakermilli: Elena Sancho Pereg. La tiradora de cartas: Barbara Zechmeister. Camarero: José Manuel Montero. Welko: Benjamin Werth. Djura: Niall Fallon. Jankel: Hanno Jusek. Coro y orquesta titulares del Teatro Real. Director musical: David Afkham. Director de escena: Christof Loy.

Madrid (como señala Miguel Ángel González Barrio en Scherzo, Barcelona tuvo más suerte) ha tenido que esperar 90 años para que Arabella, última perla de la colaboración de Strauss con Hoffmannsthal, viera la luz en sus escenarios. No es la primera vez que un disparate tarda tanto en ser corregido. Les recuerdo el caso de la Octava de Bruckner, estrenada en Viena en 1892 y en Madrid… en 1978 (López-Cobos al frente de la Sinfónica de RTVE).

Y digo disparate porque resulta sorprendente que una obra tan redonda en texto y música, tan rica en colorido orquestal, vocal y teatral, se haya dejado dormir tantos años sin que nadie la presentara en la capital del Reino. La cosa es más sangrante si se tiene en cuenta que en el camino nos hemos comido unos cuantos bodrios.

Los lectores pueden encontrar, en algunas de las críticas y artículos cuyos enlaces figuran al final, distintos apuntes y hasta detalladas reflexiones sobre Arabella, de forma que no me extenderé mucho en el mío propio. Arabella es una comedia, pero una comedia que tiene también mucho de amargura. La Viena decadente del último tercio del siglo XIX, una aristocracia que se hunde sin remedio pero que se empeña en permanecer agarrada a un pasado ya imposible, y la puesta en funcionamiento de estrategias bastante miserables para conseguirlo, son elementos que pintan un panorama entre triste y patético. Strauss y Hoffmannsthal dejan sitio para el final feliz, pero en el camino hacia él se viven tragos de difícil digestión, desde la “condena” a la hermana menor Zdenka, a vivir como si fuera un varón, hasta la otra condena: la de la propia Arabella, a la que su padre busca con afán un matrimonio arreglado con algún adinerado que alivie su escuálida economía.

El libreto, al contrario que en otras óperas (muy especialmente en el barroco, y más aún en Handel, compositor que con un talento inexplicable hace flotar libretos intragables), es francamente bueno y no huye de dardos elegantes. Baste como ejemplo de esto último algún apunte del Conde, empeñado en la permanencia en ese entrañable árbol que es la higuera, cuando se da cuenta de que no puede batirse en duelo con el irritado Mandryka porque su mujer ha vendido hasta las pistolas. Hay, por tanto, un importante drama tras la aparente comedia. Y Strauss lo dibuja con excepcional talento e imaginación: luce momentos de gran opulencia orquestal junto a otros muchos llenos de sutileza, de guiños camerísticos y de singular emotividad vocal.

La propuesta escénica se debe a Christof Loy, del que no hace mucho pudimos ver su idea de Capriccio, también de Strauss. Lo mejor que se puede decir de ella es… que no hace daño, no pega una patada en la vista ni nos inunda de disparates (aunque algún detalle bien puede considerarse sobrante, como luego veremos). Naturalmente, teniendo en cuenta el torrente de barbaridades escénicas que inundan los teatros de ópera (véase mi reciente Tribuna en “La Lectura” de “El Mundo”:Opera y borrasca escénica ), aún podemos darnos por contentos. Cuestión distinta es la reflexión a la que una afirmación como esta invita: hasta dónde hemos llegado que nos parece hasta bueno y afortunado que una propuesta escénica no haga daño. Nuestro nivel de exigencia se encuentra ya bajo mínimos, abrumado por la inundación de ideas disparatadas, de las que sí hacen daño.

Loy empieza por trasladar la acción desde la ubicación original (la Viena del último tercio del siglo XIX) por algún momento indeterminado del siglo XX, posiblemente años 30. Esa idea tiene, desde mi perspectiva, dos posibles problemas: el primero, que la trama está basada en una aristocracia decadente que ocurre en un momento concreto, y cuyo traslado a un momento indeterminado no termina, creo, de casar demasiado bien; el segundo, que la ópera se estrenaba en Madrid. No hubiera estado de más que para ocasión tan significada, y aunque sólo fuera por esta vez, se hubiera respetado algo más la idea original. Dicho esto, aplica lo citado antes: no hace daño.

El segundo componente es un escenario con paneles móviles que esconden o abren estancias diversas del hotel donde se aloja la arruinada familia de la protagonista. Cierto que el Conde está boquerón y no tiene ni para pipas, pero el hotel no tiene por qué parecer algo más bien zarrapastroso. Sí hay que reconocer que el vestuario tiene ciertos tintes pretenciosos que funcionan en lo teatral, como trasunto de esa idea de los aristócratas de resistirse a aceptar una época de esplendor que les abandona. Pero que los arruinados vistan con pretensiones y que el hotel en el que se alojan lo sea (cuando el libreto pide una rica decoración) no deja de ser un anacronismo. Otro más de los que vemos estos días.

El tercero, en fin, es que los actos segundo y tercero están casi completamente dominados por un escenario encanijado a base de paneles blancos completamente desnudos (véase la foto que ilustra esta reseña). Qué duda cabe que eso da una frialdad cuyo “funcionamiento” teatral puede aceptarse, pero uno se pregunta si un poco de fidelidad al escenario prescrito no hubiera sido un contexto más apropiado, especialmente para quienes ven la obra por primera vez (muy probablemente, la inmensa mayoría). Se antojó bastante adecuado el movimiento actoral, si exceptuamos algún rasgo ridículo, como lo de los tres aristócratas frustrados (y bastante pánfilos) pretendientes mirando a la pared en el segundo acto, como si el profe los hubiera castigado. Tampoco me parece que aporte, a parte de ser desagradable, la violación de la Fiakermilli por parte del irritado y celoso Mandryka. En cambio, la escena final, con la pareja protagonista huyendo hacia el negro fondo de la escena, sí funciona notablemente.

De todas formas, coincido con la mayor parte de mis colegas en que fue el apartado musical lo más sobresaliente de este estreno. En la función a la que asistí, la estadounidense Jacquelyn Wagner, que ya había cantado este papel años atrás en Barcelona, asumió el papel protagonista ante la indisposición de la anunciada Sara Jakubiak, que había recibido generales elogios en el estreno. La Wagner tiene una bonita voz, con presencia más que suficiente, pero rica en matices y colores, precisa en la entonación y alejada de excesos de vibrato o afectación. Ofreció una prestación sobresaliente, también en el aspecto teatral.

La belga Defrise se desempeñó con corrección en lo vocal (la materia no es excepcional) pero ofreció una extraordinaria prestación teatral, con lo que el resultado final de su personaje fue muy convincente. Lo fue también, aunque la voz tiene algunas limitaciones en el registro agudo, el pretendiente Mandryka. Brilló el estadounidense Newlin en su encarnación de Matteo, tanto en lo vocal, muy seguro y con buena presencia, como en lo escénico. Y fueron notables las interpretaciones de Winkler y von Otter como los padres de la protagonista. Él pareció más contundente que refinado, y ella, pese al ya muy amplio vibrato, aún conserva la belleza de timbre de la que tantos años hemos gozado. Excelente la donostiarra Sancho Pereg en el breve pero comprometido papel de la fiakermilli. Salvo la endiablada coloratura con extrema solvencia y su retrato del personaje difícilmente podía llegar con mayor impacto. Muy solvente el resto del reparto, al igual que el coro.

Mención aparte merece la magnífica labor de David Afkham en el foso. El maestro de Friburgo, felizmente renovado al frente de la Nacional, ha demostrado cumplidamente ser un excelente straussiano, y su reciente y estupenda Salomé con la orquesta de la que es titular constituye un testimonio patente de ello. Afkham consiguió lo mejor de la orquesta del Real: riqueza de colores, ambiente camerístico, decidido impulso (magnífico el preludio del acto III) y cuidadísima cobertura y fusión con los cantantes, cuyo canto cuidó, apoyó y dibujó con una finura envidiable. No muchas veces se ha escuchado una prestación tan equilibrada y nítida de la orquesta como en esta ocasión, sin tanta aspereza y exceso en metales y timbal como se aprecia en otras ocasiones con maestros menos atinados en el foso. Afkham entendió perfectamente las mil y una caras que Strauss dibuja en esta compleja obra, desde la más delicada poesía y nostalgia al encendido lirismo y la exaltación (como en el final). Junto a los solistas, momentos especialmente mágicos de la obra, como el bellísimo dúo de las hermanas en el primer acto, el de Arabella con Mandryka en el segundo, o el tramo final del tercero, quedaron traducidos con una brillantez extraordinaria. Creo no estar solo en pensar que fue el gran triunfador de una velada operística de excelente nivel general. Arabella ha tardado noventa años en llegarnos. Hay que recordar aquello de “nunca es tarde, si la dicha es buena”. Y lo ha sido, sin duda.

Les dejo las antes mencionadas críticas en otros medios, y con mis últimas colaboraciones en Scherzo. Y les dejo también un regalo final: el enlace a la filmación de esta función subtitulada en español: https://youtu.be/nRr2Sxm8At0  

 

Críticas:

Miguel Ángel González Barrio – Scherzo: https://scherzo.es/madrid-sara-jakubiak-se-revela-como-una-formidable-arabella/

Rubén Amón – El Confidencial: https://www.elconfidencial.com/cultura/2023-01-26/arabella-richard-strauss-teatro-real_3564403/

Jose María Marco – Ópera Actual: https://www.operaactual.com/critica/una-arabella-empoderada-y-conceptual/

Raúl Chamorro Mena – Codalario: https://www.codalario.com/david-afkham/criticas/critica-arabella-en-el-teatro-real_12019_5_38188_0_1_in.html

Arturo Reverter – Beckmesser: https://www.beckmesser.com/critica-arabella-en-el-teatro-real/

Resumen de otras críticas de la prensa, en Beckmesser: https://www.beckmesser.com/criticas-en-la-prensa-arabella-en-el-teatro-real/

María del Río, en Opera world: https://www.operaworld.es/esplendida-arabella-en-el-teatro-real/

Otros artículos de interés sobre Arabella:

Santiago Martín Bermúdez, en Scherzo: https://scherzo.es/arabella-y-las-incertidumbres-i/ y https://scherzo.es/arabella-y-las-incertidumbres-ii/

Últimas colaboraciones en Scherzo:

La ¿odiosa? Lydia Tár: https://scherzo.es/la-odiosa-lydia-tar/

Recital Christian Zacharias: https://scherzo.es/madrid-zacharias-lo-nuevo-y-lo-conocido/

Recital Konstantin Krimmel: https://scherzo.es/madrid-notable-debut-de-krimmel-en-el-ciclo-de-lied/

Schubertiada con Leonskaja: https://scherzo.es/madrid-deliciosa-schubertiada-con-leonskaja/

Radulovic – Filarmónica de Munich: https://scherzo.es/madrid-deliciosa-schubertiada-con-leonskaja/

Filarmónica de Munich II: https://scherzo.es/madrid-magnifica-filarmonica-de-munich-con-mahler-y-shostakovich/

Kopatchinskaja – Sinfónica de Bamberg: https://scherzo.es/madrid-gran-exito-de-hrusa-y-kopatchinskaja-con-la-sinfonica-de-bamberg/

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One thought on “Arabella: Nunca es tarde…

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