Rafael Ortega Basagoiti

«La Nariz» en el Real; Casablancas y Bruckner, por la Nacional

Madrid. Teatro Real. 15-III-2023. SHOSTAKOVICH: La Nariz, op. 15. Martin Winkler, Alexander Tegila, Ania Jeruc, Andrei Popov, Dmitry Ivanchey, Agnes Zwierko, Iwona Sobotka, Margarita Nekrasova, Simon Wilding, Milan Perisic, David Alegret, José Manuel Montero, Gerard Farreras, Ihor Voievodin, Isaac Galán, Anne Igartiburu. Director musical: Mark Wigglesworth. Director de escena: Barrie Kosky.

Madrid. Auditorio Nacional. Sala sinfónica. 17-III-2023. Concierto sinfónico 14 de la temporada de la Orquesta Nacional de España. Director: David Afkham. Solista: Leticia Moreno, violín. Casablancas: Concierto para violín (estreno absoluto). Bruckner: Sinfonía nº 6 en la mayor, WAB 106 (ed. Nowak).

En esta semana intensa, que comenzó con el estupendo Il Ritorno d’Ulisse in Patria de Monteverdi por Fabio Biondi y su Europa Galante (ver reseña de Eduardo Torrico para Scherzo aquí: https://scherzo.es/madrid-fabio-biondi-firma-un-monteverdi-dificilmente-superable/), siguió con un fantástico recital de Piotr Anderszewski (reseña de quien esto firma:  https://scherzo.es/madrid-anderszewski-siempre-grande/) y tuvo su penúltimo episodio el jueves, en otro excepcional concierto de la Orquesta del Festival de Budapest, con Iván Fischer en el podio y Francesco Piemontesi en el piano (reseña aquí:  https://scherzo.es/madrid-gran-y-merecido-exito-de-fischer-y-piemontesi/), hemos tenido otros dos eventos de interés.

En el Real

El primero fue la representación de esa ópera singular que es La Nariz, de Shostakovich, que el Real ha traído de la mano de una propuesta escénica, también extremadamente singular, de Barrie Kosky. La obra es, como ha señalado Arturo Reverter en “La Razón”, una pieza corrosiva, satírica, demencial. Un disparate, como apunta también Anne Igartiburu en su aparición en el tramo final, en una intervención que, repartida entre otros personajes, está en el original, como señala oportunamente Santiago Martín en su completísima reseña para Scherzo (https://scherzo.es/kovaliov-y-la-risa-del-sueno/). Pieza tan especial, y tan divertida, es fuente potencial para ocurrencias de todo tipo.

Las tuvo (las suele tener siempre) Kosky, y la recepción ha sido, como cabría esperar, variada. El mencionado Reverter y Alberto González Lapuente (ABC) lo hacen positivamente porque, en efecto, en esta función hay mucho que descubrir y admirar. Jorge Fernández Guerra (El País) considera que la propuesta deriva en un “musical caótico y críptico en el se canta bien, se baila bien pero no sabe muy bien el qué y el por qué”. Cierto que algunos detalles escatológicos o determinadas morcillas en castellano podían haberse omitido. Pero también lo es que buscar la lógica (más allá de la lógicamente disimulada pero pese a todo bastante evidente crítica social y política escondida, la URSS de los años 30 invitaba a poca broma) en algo de trama tan disparatada resulta en sí mismo empeño bastante inútil.

Y es verdad, en cambio, que algunas ocurrencias (el claqué de las narices danzantes es la monda) funcionan muy bien. Al fin y al cabo, el sitio para lo grotesco es amplio. Y no deja de sorprenderme que quienes elogiaron tanto al Kosky que hizo un despropósito con su propuesta de La Flauta Mágica importada desde la Komische Oper berlinesa y comentada en su día en estas líneas, se echen las manos a la cabeza con esta idea. Porque, con todo respeto, el espacio para el exceso es mucho mayor en esta ocasión que el que tiene el singspiel mozartiano.

Dicho lo anterior, lo excepcional de esta función vino de la mano de un protagonista que merece un monumento. El barítono Martin Winkler es un cantante muy solvente pero no excepcional. Sin embargo, lo que hace aquí es impagable. Su papel, de constante presencia, demanda toda clase de recursos teatrales, en una exigencia agotadora. La prestación de Winkler fue, lisa y llanamente, asombrosa. Sensacional. Lo que ese hombre consigue transmitir a lo largo de las dos horas de función vale de por sí la asistencia a la representación. La treintena de cantantes que le secundan, todos con más de un papel asignado, completan un elenco sólido, muy solvente, sin fisura alguna. Y en el foso se instaló un director, Mark Wigglesworth, que conoce el repertorio como pocos, y que extrajo lo mejor de una Sinfónica que pocas veces actúa en formato tan individual y camerístico, pero con una partitura cuya demanda se las trae. Magníficas prestaciones de todos los músicos, en muchos momentos actuando como solistas, y excepcional la construcción del discurso por parte del maestro británico. Hay que decir que, así como la idea escénica encontró diversidad de opiniones en la recepción, ha habido total unanimidad en la admiración hacia la labor del protagonista y a la magnífica calidad de la parte musical, tanto en la prestación orquestal como en el trabajo desde el podio. Mi resumen: si son aficionados a Shostakovich… no se pierdan esto. Es un absurdo teatral con una música ácida, inteligente y adecuadamente grotesca. Y maravillosamente interpretada.

La Nacional

Tras sus actuaciones en el Real, con una excelente dirección de la Arabella straussiana (va a sustituir a un indispuesto Thielemann en Dresde, con este mismo título), regresaba David Afkham al podio de la orquesta cuya titularidad renovó, para alivio de muchos, entre los que me cuento, justo cuando estaba actuando en el Real. En el concierto, el estreno absoluto del Concierto para violín del catalán Benet Casablancas (1956), obra encargo del CNDM y de la propia ONE, con el papel solista encomendado a la madrileña Leticia Moreno (1985).

Se refiere el oboísta de la Nacional, Ramón Puchades, a la compleja obra de Casablancas, en sus notas al programa, con estas palabras: “Demiurgo vehicular, el instrumento solista genera el movimiento y es a la vez hilo conductor, soporte y resonancia de un diálogo orquestal que alterna partes solistas y encuentros instrumentales con clímax en los que la orquesta da rienda suelta a su plenitud expresiva, dando así lugar a un tejido diferencial y dinámico, aunque en todo momento supeditado al espíritu prístino e incólume de la música de cámara, elemento imprescindible en la trayectoria vital de Casablancas.” Tomás Marco, por su parte, en la reseña publicada en Scherzo (https://scherzo.es/madrid-ocne-la-fuerza-expresiva-de-la-forma/), comenta que la obra está en línea con los grandes concertantes del último siglo, de Bartók a Ligeti. Ahí lo dejaremos. Moreno, con un vibrato de muy generoso recorrido, puso intensidad a su interpretación, y Afkham y la Nacional la secundaron con plausible acierto. La obra encontró una recepción más correcta que entusiasta, con ovaciones para compositor (presente), solista, orquesta y maestro.

La Sexta de Bruckner no es la más popular de sus sinfonías, vayan ustedes a saber por qué. Desde luego no por su calidad. Tal vez por ser una obra que “descoloca” un poco del Bruckner más trascendente, para llevarnos, como él mismo decía, a una partitura más exaltada, más, si se me permite la expresión, “descarada”, parafraseando la descripción que de la misma hacía el propio autor. Afkham se acercó a ella desde un planteamiento completamente alejado de la extática contemplación a la que algunos grandes brucknerianos nos tienen acostumbrados, pero con una idea que a quien esto firma le parece no sólo enteramente plausible, sino perfectamente apropiada y muy interesante. Idea que pareció evidente desde un primer tiempo enérgico, rotundo, vibrante, lleno de vitalidad y de carácter indudablemente festivo y luminoso. Sin renunciar a las resonancias sonoras típicamente brucknerianas, el de Friburgo dibujó con acierto contrastes y construyó, con la inteligencia que le caracteriza, un sólido edificio sinfónico decididamente musculado en muchos momentos, pero también de fina intención expresiva y acertado lirismo en el adagio, probablemente el movimiento más conseguido de todos, con un hermoso, muy expresivo tramo final.

Vivaz, ligero, enérgico el scherzo, con un trío expuesto con desenfado. Enérgico y brillante el último tiempo, quizá un punto vivo para la indicación, que matiza el inicial “Bewegt” (movido) con el añadido “Doch nicht zu schnell” (pero no demasiado rápido). En todo caso, admirablemente construido y con una coda edificada de forma ejemplar. Se puede o no comulgar con esta concepción, decididamente luminosa y enérgica, pero a quien esto escribe le parece evidente que si en alguna sinfonía de Bruckner es más viable ese, llamémosle, desparpajo, es justamente en esta. Sonó muy bien la Nacional, sin perjuicio de que algún pasaje, especialmente en el scherzo y sobre todo en el final del trío, pudieran quedar más redondos y sin duda lo harán en días sucesivos y en la visita que la formación, con este mismo programa, gira a Galicia la semana próxima.

Colaboraciones en Scherzo:

Les dejo enlaces a las últimas colaboraciones en Scherzo disponibles de manera gratuita. A partir de mediados de esta semana (algunas críticas de discos, entrevistas, ciertas columnas de opinión, dossieres, etc.) se ha abierto Scherzo Premium, cuyo fundamento y detalles pueden encontrar aquí: https://scherzo.es/bienvenidos-a-scherzo-premium/

Las críticas de conciertos, la mayoría de las columnas de opinión, etc. seguirán disponibles en abierto como ahora, pero algunas pasarán a estar disponibles por suscripción, a precio, eso sí, extraordinariamente asequible.

Principales colaboraciones recientes disponibles en abierto:

https://scherzo.es/madrid-triple-debut-con-menu-ruso-en-el-ciclo-de-ibermusica/

https://scherzo.es/madrid-el-gran-sokolov-repertorio-nuevo-exito-repetido/

https://scherzo.es/madrid-kavakos-pace-programa-intenso-para-un-duo-extraordinario/

https://scherzo.es/madrid-magnifico-grieg-de-andsnes-con-gardner-y-la-filarmonica-de-londres/

 

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