Justo en vísperas de navidad del año pasado, publiqué en La Lectura una tribuna titulada “Las purgas musicales de la corrección política” (pueden leerla al final de este artículo) en la que analizaba las más recientes tontunas acontecidas en materia de cultura de la cancelación como consecuencia de la invasión rusa de Ucrania. Me lamentaba entonces de las penosas intervenciones del cónsul de Ucrania en Milán, y posteriormente del ministro de cultura de Ucrania, solicitando, afortunadamente sin éxito, la suspensión de interpretaciones de música rusa en el país trasalpino mientras no cesara el conflicto. Como señalé entonces, “ni Chaikovski, ni por supuesto Músorgski, Shostakóvich, Rajmáninov, Prokófiev, como tampoco Chéjov, Tólstoi o Dostoievski, tienen la culpa de lo que hace Putin, ni nosotros, que gozamos cada día de su extraordinario talento, tampoco.”
Desafortunadamente, en la porfía por el postureo, dirigentes del concurso internacional Karol Szymanowski han consumado el disparate que los italianos descartaron. El director de dicho certamen ha enviado, según leemos en el blog de Norman Lebrecht, un mensaje que comienza así:
“Dada la actual sensibilidad de Polonia hacia la cultura rusa, y como gesto de solidaridad con el pueblo ucraniano, se ha decidido que en el 2º Concurso Internacional de Música Karol Szymanowski de Katowice no se interpretarán obras de compositores rusos.”
Expresa después su tristeza y tal y cual, y luego termina reconociendo (faltaría más) que haciendo este aviso a pocas semanas del concurso, aquellos participantes que hubieran preparado obras de compositores rusos se encontrarán en desventaja, por lo que “para asegurar la equidad entre todos los participantes” se ha decidido “acortar la extensión del programa requerido”.
La decisión de este concurso es una soberana idiotez, un atentado contra la cultura (que se supone abanderan) y una injusticia considerable para aquellos que hubieran preparado obras de compositores rusos, y que, por mucho que se acorte el programa, se verán en desventaja porque tendrán que preparar con premura otro repertorio.
Pero, ay, ya sabemos (me remito a mi pieza del otro día sobre comunicación y propaganda, aparte de las decenas de ejemplos que tenemos todos los días) que lo que prima hoy es el relato. Y la ayudante más eficaz del relato es… la apariencia. Parafraseando aquel slogan de Clinton en la campaña contra Bush en el 92: es la apariencia, estúpido. Y así es, en efecto. Es la apariencia. Aunque Chaikovski… sigue sin tener la culpa. Qué tristeza. Y qué cansancio.
Tribuna de «La Lectura»: La Lectura-23_12_2022-43
Querido Rafael, ya sabes que estoy absolutamente de acuerdo. Es más, teniendo cerca a un pianista que va en noviembre a China, a él le han prohibido que toque algunos compositores ucranianos.. ¡ya ves tú! propuestos de una forma absolutamente inocente y pensando únicamente en la belleza del programa. Una música novedosa y realmente preciosa, pero esto es lo que vivimos, absurdo totalmente. A mí me llegaron a criticar por programar a Miaskovsky dos veces. Como si estos compositores anteriores al horror que se vive tuvieran la culpa de algo. Pobre Chaikovski.
Es la antología diaria del despropósito. Un auténtico no parar de postureo, apariencia, hipocresía. Y todo absurdo. Un verdadero y deprimente tratado del sindios.
En cualquier momento prohiben a los comentaristas de partidas de ajedrez comentar las partidas de jugadores rusos. Claro que teniendo en cuenta que (recordemos la disputa política Karpov-Kasparov) no todos piensan igual, tendran que seleccionar a los proscritos. Pero todavía quedan campos por explorar para los fundamentalistas: el cine, el teatro, la danza……. que no decaiga.
Y lo malo es que los explorarán, que no te quepa duda. La gilipollez es infinita.
Ya lo que nos faltaba, que los adalides de la burricie metan las pezuñas también en colonizar el arte. La música…..la pintura….el cine….. todo al servicio del “relato”, de la última parida de la banda de ignorantes.
Los años….los siglos pasan…la belleza debe permanecer. ¿Hasta dónde hay que viajar en el tiempo en aras de la corrección política? Si nos ceñimos exclusivamente al barroco, a toda la belleza que nos ha dejado en herencia. ¿Habría que analizar quiénes fueron los que la financiaron y protegieron? ¿A la Iglesia? ¿A los reyes, príncipes y demás aristócratas y algún que otro sátrapa de costumbres inconfesables? ¿Prohibimos, por ejemplo a Bach y a Mozart?
Actualmente tengo una situación económica cómoda que me permite ir en busca para disfrutar de la música en Salzburgo, en Berlín, en Londres o en Picanya (que es un pueblo cercano a Valencia donde mi amigo el pianista Antonio Galera organiza unos festivales que son una joya). Tengo ya 81 años y espero haberme ido ya al viaje definitivo antes de que se perpetren las políticas de los gobernantes que disfrutamos en todo el mundo. “El Mundo Feliz” (The Brave New World) de Aldous Huxley. Hay que leer el futuro.
Muchas gracias, Rafael, una vez más por esas reflexiones tan acertadas.
Gracias a ti, María José, por tu interés y tus comentarios. Yo soy algo más joven y no tengo ninguna prisa en comprobar si hay otra vida después de esta, pero te aseguro que veo el panorama tan negro que a veces comparto esa sensación de «mejor no estar cuando llegue el cataclismo a consumarse». Un abrazo
Pues yo me alegro de que mis padres no vean lo que está ocurriendo. Es triste tener que decir esto, pero habrían sufrido mucho. Gracias a los dos.
Si hay otra vida después de ésta y me encuentro con Verdi o Puccini les convenceré para que demanden a Robert Wilson, para empezar.